3 Nace la filosofía

3.1 El giro axial

Alrededor del siglo VI a. C., en tres regiones tan distantes y tan diferentes como la India, China y Grecia, diversos pensadores comenzaron a evaluar con una seriedad inusual las creencias religiosas, los mitos, las tesis políticas, las recomendaciones morales y las explicaciones sobre el funcionamiento del mundo natural. Sus intereses, aproximaciones, y conclusiones fueron profundamente diferentes, pero todos tenían en común un desacostumbrado interés por el rigor intelectual. Confucio, Buda, Tales y Pitágoras fueron coetáneos y establecieron, simultáneamente, las bases de las filosofías china, india, y occidental.191 Curiosamente, fue aproximadamente en el mismo tiempo cuando se escribió el conjunto de textos que terminaron formando parte del antiguo testamento. Además, a la diversidad en los temas tratados y a las diferencias culturales, hay que añadir una amplia variedad de clases sociales; mientras que la filosofía india surgió entre sacerdotes y ascetas, la china fue cultivada, principalmente, por funcionarios y la griega por pensadores independientes. El filósofo Karl Jaspers describió esta época como la era axial, el tiempo en el que la cultura humana cambió para siempre.

Al asociar a Buda con el inicio de la tradición filosófica india no quiero insinuar que el budismo sea una filosofía y no una religión. Este es un debate muy complicado. Sólo lo hago porque se le suele nombrar como ejemplo de reflexión crítica sobre la religión de su tiempo. Además, si sus discípulos siguieron o no su ejemplo es otra cuestión.

En China a la época comprendida entre 551 a. C. y 233 a. C. se le denomina el periodo de las cien escuelas, fue entonces cuando se establecieron las bases de las principales escuelas de pensamiento chino. Mozi (470 a. C. - 391 a. C.), el maestro Mo, el maestro excepcional, fue el fundador del moísmo, una escuela muy atípica dentro del resto de la filosofía china. Por ejemplo, a diferencia de las demás, estaba formada por artesanos, soldados y mercaderes, en vez de por funcionarios.192 Fue un movimiento de pensadores críticos con las numerosas guerras que plagaban la China del momento y que llevaron su activismo más allá de las palabras, formando grupos paramilitares que se interponían entre las partes en conflicto para evitar guerras.

Los moístas consideraban que pensar con rigor era importante y algunos se dedicaron a investigar cuestiones lógicas, creando una aproximación al conocimiento similar a la lógica deductiva.193 A pesar de este interés, no hemos de pensar que los moístas no fuesen religiosos, pues rendían culto a un dios llamado Tian, una palabra que significa cielo y naturaleza.194 Por desgracia, estos avances no interesaron especialmente a los pensadores posteriores, fueron abandonados y pocos de los escritos moístas sobrevivieron.

Las escuelas filosóficas chinas más influyentes, el confucianismo y el taoísmo, fueron desarrolladas principalmente por burócratas interesados en la organización social y política.195 Confucio, el maestro Kong, (551 a. C. - 479 a. C.), fue el funcionario que fundó el confucianismo. Esta escuela tenía una filosofía política bastante conservadora: para que la sociedad funcionase adecuadamente cada individuo debía aceptar su papel, el emperador debía comportarse como un emperador, el padre como un padre y el hijo como un hijo.196 Además, consideraban que como mantener la comunidad era de vital importancia, porque es en ella donde el individuo podía desarrollarse, los deseos del individuo debían supeditarse al bien social.

El confucionismo estableció las bases de la moral china tradicional y fue desarrollado en distintas direcciones por numerosos pensadores. Mencio (371 a. C. - 289 a. C.), uno de los confucianistas más eminentes, por ejemplo, sugirió que los seres humanos eran esencialmente buenos por naturaleza y que los gobernantes debían buscar el apoyo tácito del pueblo, dado que esta era la base de su legitimidad.

Sin embargo, el legalismo, otro desarrollo mucho más exitoso que el de Mencio, sostenía que los seres humanos eran fundamentalmente egoístas y que sólo un gobierno fuerte era capaz de mantener el orden social. Oficialmente el legalismo, después de un período de terror político, desapareció, aunque, en realidad, muchos aspectos de esta filosofía política se fusionaron, durante la dinastía Han, con el confucianismo antiguo para dar lugar al confucianismo tradicional.

El confucianismo no estaba interesado en la especulación metafísica,197 algo en lo que contrasta con la otra gran escuela filosófica china, el taoísmo. Lao-Tse, el viejo maestro, fue su supuesto fundador, aunque, en realidad, no se conoce nada de él con certeza, ni cuándo vivió, ni tan siquiera si fue un personaje histórico real. El objeto del taoísmo, a diferencia del confucianismo, que trataba sobre la relación del ser humano con la sociedad, versaba sobre la conexión entre la persona y la naturaleza. Según los taoístas, el individuo, para vivir en armonía, debía adaptarse al ritmo de lo natural y lo sobrenatural siguiendo el Tao. Por desgracia, el taoísmo no explicaba en qué consistía el tao198 ya que el tao no podía aprenderse a no ser que ya lo conocieses, los que lo conocían no hablaban sobre él y los que hablaban sobre él, en realidad, no lo conocían. El taoísmo acabó asociado a un conjunto de prácticas que lo convirtieron en algo muy similar a una religión que los funcionarios solían compatibilizar con el confucianismo.199 En cualquier caso, ninguna de estas dos escuelas filosóficas se interesó especialmente por la filosofía natural o por la epistemología, algo que sí caracterizó a la filosofía clásica griega.

Mucho se ha escrito sobre las causas del origen independiente, pero coetáneo, de las escuelas filosóficas chinas, indias y griegas y, aunque se pueden apuntar algunas circunstancias, que parecen relevantes, es imposible determinar con precisión los motivos de unos desarrollos sociales tan complejos. En historia es mucho más sencillo establecer los hechos que las causas. A pesar de esta dificultad, discutir algunas de los motivos que se han planteado, tal vez pueda enseñarnos algo. En todas las regiones en las que apareció la filosofía había ciudades, por lo que este parece ser un requisito necesario, aunque no suficiente. En muchas otras regiones urbanizadas, por ejemplo, en Mesopotamia y Egipto no surgió la filosofía. La escritura también pudo ser un factor relevante, ya que permite fijar las creencias, mitos e historias de las culturas orales, algo que facilita el análisis crítico de las mismas.200 En una cultura oral las ideas cambian rápidamente al saltar de una mente a otra y esta fluidez dificulta su análisis. Tanto en China como en Grecia el florecimiento de la filosofía coincidió con el desarrollo de una escritura plena, por lo que, aunque la escritura tampoco es una causa suficiente sí puede que sea un requisito necesario.

Otra característica de las sociedades china y griega de la época es el crecimiento económico. A pesar de la gran inestabilidad política, debida a continuas guerras entre pequeños reinos o ciudades estado, entre el 800 a. C. y el 400 a. C. tanto la economía china como la griega crecieron notablemente. En ambas regiones se dominaba ya la siderurgia y hacía relativamente poco tiempo que el hierro se había abaratado lo suficiente como para poder fabricar abundantes herramientas y armas con él. Además, alrededor del 600 a. C. en el reino de Lidia, en la región occidental de la actual Turquía, se acuñaron las primeras monedas, una innovación que también se desarrolló independientemente en China y que estimuló el comercio en ambas áreas. Los sumerios fueron los inventores de la deuda y los bancos, algo que, hoy en día, asociamos al dinero. Pero los préstamos en Mesopotamia se hacían en especie, por ejemplo, en trigo. El valor de la moneda, sin embargo, no depende del valor real del material que la constituye sino de la confianza de la comunidad, a esto se le denomina valor fiduciario, del latín fides, fe.

3.2 En un lugar llamado Mileto

Enormes son el legado y los monumentos de nuestro imperio. Las edades futuras se maravillarán por nuestros logros, como ahora lo hace la nuestra. Pericles.

Independientemente de que estemos de acuerdo o no con la política de Pericles, es difícil negar que los logros de la Grecia clásica son uno de los mayores avances de la humanidad. Hace dos milenios y medio, en el siglo VI a. C., un pequeño grupo de pensadores de Jonia, una región griega situada en la actual costa turca, comenzó a dar respuestas naturalistas a las causas de los fenómenos naturales, inaugurando así la tradición intelectual que terminaría por conducir a Darwin, Noether o Einstein. Mileto, la cuna de estos filósofos, era una rica ciudad comercial jónica en contacto con Babilonia, Egipto y el Mediterráneo.

Los pioneros de esta tradición: Tales, Anaximandro y Anaxímenes, eran burgueses milesios, viajeros y comerciantes,201 que compartían una gran curiosidad por el mundo natural. Aristóteles consideraba a Tales como el primer filósofo.202 Por desgracia, poco es lo que sabemos con certeza sobre él. Se dice que era matemático, astrónomo e ingeniero y se le atribuyen varios avances, algunos creíbles y otros no tanto. Cuentan que midió la altura de las pirámides egipcias comparando la longitud de sus sombras con la proyectada por una vara203 y que era capaz de calcular la distancia de un barco a la costa utilizando construcciones geométricas similares. Además, se le atribuye el desarrollo de un método para mantener el rumbo en alta mar tomando como referencia a la Osa Menor, algo de una gran utilidad para una ciudad comercial.204

Heródoto, el historiador griego clásico, y Jenófanes, otro de los primeros filósofos, cuentan que Tales fue capaz de predecir un eclipse solar, probablemente el del 28 de mayo del 585 a. C..205 De ser cierto, esta sería la primera predicción exitosa conocida, un logro extraordinario. Si lo hizo realmente se habría basado en la periodicidad de la aparición de los eclipses, algo que podría haber inferido a partir de los catálogos de las observaciones astronómicas babilónicas.206 Sin embargo, este método no le habría permitido más que una predicción aproximada, con un error de muchos meses,207 algo muy alejado de nuestras predicciones actuales basadas en modelos astronómicos precisos. Hemos de tener en cuenta que en la época de Tales se desconocía incluso la causa de los eclipses. No sería hasta un siglo después cuando Empédocles y Anaxágoras propusieron que la sombra de la Luna era la responsable.208

En cualquier caso, el mayor logro de Tales y sus discípulos no radica en que midiesen la altura de tal o cual pirámide, sino en la aproximación que tomaron ante el mundo natural. Aristóteles los destacó como los primeros physikos de la historia.209 En griego physikos significa relativo a la naturaleza, por lo que tal vez deberíamos decir que fueron los primeros filósofos naturales, ya que para Aristóteles la física no tenía las limitaciones disciplinares actuales. Al llamarlos físicos, o filósofos naturales, los contrapuso con los theologi, aquellos que achacaban los fenómenos naturales, como los rayos, los terremotos o los eclipses, al capricho de los dioses. Es decir, que Aristóteles reconoció a estos pensadores milesios como a los primeros interesados en proponer explicaciones naturales para los fenómenos naturales.

Como ejemplo puede servir la explicación que Tales propuso para las crecidas del Nilo. Lo habitual es que los ríos lleven menos aguas en verano, pero en el caso del Nilo, sus vitales crecidas ocurrían precisamente en la época de menos lluvias. Tales planteó una explicación natural, que los vientos del norte empujaban el agua hacia el sur impidiendo que el Nilo desaguase, provocando así las crecidas.210

Según los poetas Homero y Hesíodo, que eran theologi y no filósofos naturales, los terremotos eran debidos a la fuerza de Poseidón, pero Anaxímenes postuló que la causa era la excesiva sequedad o humedad de la Tierra.211 Esta es una explicación similar a la que los sismólogos actuales están dando para algunos de los recientes terremotos ocurridos en California, en la que la extracción del agua de los acuíferos está causando movimientos de tierras.

Estas explicaciones eran en la mayoría de los casos erróneas y se basaban en meras especulaciones sin ninguna base observacional, algo que sí aportaría posteriormente Aristóteles212 y, mucho menos, experimental,213 una innovación que habría de esperar a la revolución científica. Siempre que alguien dice que los niños son científicos natos, recuerdo que desarrollar la aproximación científica requirió siglos a los más grandes pensadores y me apena que se confunda la curiosidad con la disciplina metodológica.

La aproximación milesia fue muy relevante porque, además de que buscaban causas naturales para los fenómenos naturales, asumían que sus propuestas debían estar justificadas y estas justificaciones, a su vez, debían someterse a la crítica. Este cambio, que sitúa la justificación como aproximación principal, ha sido descrito por algunos autores como la transición del mito al logos.

3.3 Cosmos y logos

Si el cosmos está ordenado uno puede plantearse indagar sobre sus leyes, sobre su orden, y esto es más sencillo que cuestionarse las motivaciones de las mentes divinas; especialmente cuando esos seres no se dignan a hacer declaraciones públicas. Los dioses de las distintas mitologías suelen comportarse de un modo arbitrario e impredecible. Muchos cristianos, por ejemplo, dicen que los caminos del Señor son inescrutables, y, por lo tanto, impredecibles e incomprensibles. Sin embargo, los milesios asumieron que el cosmos estaba regido por leyes. Tal vez llegaron a esta conclusión al extrapolar la observación de que en la vida cotidiana hay regularidades. Si uno lanza una piedra, ésta siempre acaba por caer unos metros más allá y el movimiento de los astros está relacionado con las estaciones, una observación a partir de la cual los mesopotámicos y los chinos habían creado elaborados sistemas de predicción astrológica (de nula eficacia).

Esta asunción fue aventurada, podría haber ocurrido que los terremotos, realmente, hubiesen estado causados por el capricho Poseidón, es sólo a posteriori, después de miles de años, que podemos comprobar cuán fructífera resultó esa premisa. Hasta el momento, tal y como le dijo Laplace a Napoleón cuando le presentó su Tratado de mecánica celeste, nunca hemos necesitado de la hipótesis teísta. Siempre que hemos iluminado una nueva región del cosmos, lo que hemos encontrado son leyes naturales, si hay algún dios responsable se ha tomado la molestia de esconderse bastante bien.

Podría decirse que el cosmos nació en Mileto. Cosmos originalmente, en griego antiguo, significaba orden214 y fue en este lugar y en este momento cuando por primera vez alguien asumió que la naturaleza estaba ordenada, que era un cosmos y no un caos sujeto a arbitrariedades divinas. Partir de que existe un orden comprensible fue un avance clave porque esta tesis estimula la investigación. Si la naturaleza obedece a razones, si es regular, puede estudiarse y, tal vez, podamos conocerla.215 Sin regularidades la ciencia sería imposible. Incluso podría estudiarse un universo habitado por mentes divinas, pero lo que es imprescindible para el éxito de la ciencia es que haya orden. Si hubiese dioses para poder comprenderlos al menos una parte importante de sus designios debería seguir un patrón.

Este orden del cosmos es el logos. Logos es un término complejo y difícil de traducir.216 En principio, el sentido original del término logos significaba palabra.217 De ahí deriva, por ejemplo, nuestro término logopedia, la educación de la palabra. Pero en las manos de los filósofos logos adquirió otros significados.218 Pasó a significar lenguaje o capacidad humana de representar el mundo simbólicamente.219 Además, adquirió el sentido del estudio o la comprensión de un área de conocimiento. A este sentido hace referencia nuestro sufijo logía: la biología es el estudio de la vida, la teología de lo divino y la antropología de lo humano.

El logos terminó refiriéndose también al propio orden del cosmos.220 Para los filósofos clásicos, como veremos, no había una separación muy nítida entre el orden del cosmos y nuestra comprensión de ese orden. Esta idea quedó fosilizada en el inicio del evangelio de Juan:

En el principio era la palabra y la palabra estaba con Dios y Dios era la palabra.

Esta frase, entendida literalmente en castellano resulta, cuanto menos, extraña, pero si recordamos que este texto se escribió originalmente en griego, y que el término que se ha traducido como palabra es logos, podríamos hacer una traducción algo más clara:

En el principio fue el orden del cosmos y el orden estaba con dios y dios era el orden.

Una traducción, claro está, que tendría profundas consecuencias teológicas que no estoy ni capacitado ni interesado en analizar.

Dos mil seiscientos años después de esta osada propuesta jónica estamos tan acostumbrados a la idea de que el cosmos es cognoscible que la damos por sentada. Aunque creo que conviene reflexionar sobre lo profundamente asombroso y admirable que resulta que hayamos podido aprender tanto sobre el mundo que nos rodea.221 Hemos observado el destello del Big Bang, hemos aprendido que el secreto de la vida radica en el apareamiento de las bases nitrogenadas, hemos ordenado la química en una pequeña tabla y estamos empezando a comprender los propios sistemas cognitivos que hacen posible que entendamos tanto. Es asombroso que el universo tenga un orden capaz de ser comprendido, al menos parcialmente, por nuestras limitadas mentes. Einstein, reflexionando sobre esta cuestión, dijo:222

El misterio eterno del mundo es su comprensibilidad.

Conviene recordar que es todavía mucho lo que no entendemos. Por ejemplo, no somos capaces de predecir la evolución de los sistemas complejos como la bolsa. Ni siquiera somos capaces de inferir la estructura tridimensional de una proteína a partir de su secuencia de aminoácidos, algo que en la célula, para muchas proteínas, suele resolver en cuestión de microsegundos.223 En realidad, no es fácil entender completamente ni siquiera el movimiento de los gatos. Un gato es capaz de girar mientras cae para llegar al suelo apoyando las cuatro patas. Esto es algo que no parece muy complicado para el gato, pero es un rompecabezas físico. En física hay un principio, denominado principio de conservación del momento angular, que, aparentemente, debería impedir que un objeto rígido varíe su velocidad de giro sin aplicar una fuerza externa. Este principio es análogo al de la conservación del momento lineal, que impide que los astronautas comiencen a moverse o se detengan sin apoyarse en algún lugar o sin un propulsor. A pesar de esto, los gatos son capaces de iniciar el giro mientras caen y detenerlo cuando sus cuatro patas apuntan al suelo sin apoyarse en nada. Cuando les pregunto a mis amigos físicos por esta cuestión me dicen que el secreto radica en que el gato no es un objeto rígido, sino que es capaz de girar partes distintas de su cuerpo en distintos sentidos al mismo tiempo y que, por lo tanto, la aplicación del principio de conservación del momento angular a este caso no es trivial. Cuando sigo insistiendo y les pido los detalles o bien confiesan no conocerlos o bien empiezan a hablar de complicadas matemáticas. Por fortuna, hay partes del cosmos más sencillas de entender que la caída de un gato, por ejemplo, el movimiento de los planetas, las estrellas y las galaxias, que podemos analizar con mayor facilidad. Dado el tremendo éxito de la ciencia hemos asumido que el mundo es comprensible, pero haríamos bien en no darlo por sentado, es mucho lo que no sabemos y puede que haya bastantes problemas que nunca lleguemos a solventar con detalle.

3.4 Logófagos

Otra característica novedosa de los filósofos clásicos es que buscaban el conocimiento por sí mismo. Cuando investigaban el mundo natural o la geometría, no sólo no esperaban obtener un beneficio inmediato, sino que la mera idea de buscar una compensación más allá del gozo intelectual les parecía indigna. Los pitagóricos, por ejemplo, sostenían que el mundo natural debía estudiarse por sí mismo, no esperando un resultado práctico224 y Aristóteles defendía que el conocimiento era el más digno de los placeres, un puro gozo intelectual.225 Cuando Glauco responde a Sócrates, en un diálogo platónico, que los reyes deben estudiar astronomía por su utilidad en la elaboración del calendario y la navegación, Sócrates le reprende por ese vulgar utilitarismo;226 el conocimiento debe buscarse por su belleza intrínseca.227

El interés por el mundo natural de los milesios, de Platón o de Aristóteles puede parecernos, desde nuestra perspectiva actual, esperable, pero es en realidad muy sorprendente. En ninguna otra civilización anterior tuvo éxito una comunidad de pensadores con estas inclinaciones. Hoy en día asociamos la ciencia a la tecnología y, por lo tanto, nos parece útil que se investigue el mundo natural. Este es uno de los motivos por los que los gobiernos y las empresas financian el esfuerzo científico. Pero ya comentamos que en el mundo antiguo las explicaciones sobre el mundo natural y el conocimiento práctico estaban completamente separadas y que eran cultivadas por distintos grupos de personas: mientras sacerdotes, literatos y filósofos trataban de explicar el mundo, los encargados de modificarlo eran los artesanos. Hasta la Edad Media se insistiría en la distinción entre conocimiento teórico y práctico. Una distinción que los griegos clásicos marcaban con dos términos diferenciados: episteme (conocimiento o ciencia) y techné (técnica u oficio).

Actualmente distinguimos entre ciencia pura y aplicada. El estudio de la clasificación de las especies de tomate endémicas de las islas Galápagos o de la estructura interna del protón es ciencia pura, mientras que la investigación de las moléculas que disgregan las placas amiloides es ciencia aplicada. Esta es una distinción, hasta cierto punto útil, aunque no del todo nítida y corremos el riesgo de ser confundidos por ella. El conocimiento forma una red y no es fácil saber por dónde vamos a acabar saliendo una vez empezamos a tirar del hilo. Es difícil predecir qué terminará teniendo utilidad y qué no. Pasteur dijo que no debíamos hablar de ciencia aplicada, sino de aplicaciones de la ciencia. Cuando Faraday experimentó con la rotación y el electromagnetismo no estaba tratando de crear el motor eléctrico y cuando Maxwell creó una teoría integrada de la electricidad y el magnetismo no estaba tratando de inventar la radio. Paul Dirac fue un teórico brillante, que uniendo la relatividad especial y la mecánica cuántica, construyó una teoría capaz de describir la antimateria. Sin embargo, cometió un gran error al afirmar que su trabajo no tenía ninguna aplicación práctica. Actualmente la antimateria se utiliza, por ejemplo, en la tomografía por emisión de positrones para diagnosticar el cáncer.

Incluso las cuestiones más abstrusas pueden acabar teniendo aplicaciones inesperadas. Turing estaba trabajando en lógica matemática cuando utilizó la descripción de una máquina ideal en la demostración de un teorema. Esta máquina de Turing acabó convirtiéndose en un hito importante en el desarrollo que condujo a los ordenadores actuales, algo muy difícil de anticipar a priori. John Herschel, un científico decimonónico, llegó a afirmar que no sólo es posible que algunas especulaciones teóricas sin aparente utilidad puedan terminar produciendo aplicaciones prácticas, sino que son precisamente éstas las que producen los avances mayores y más disruptivos.228 En el siglo XVIII un inversor interesado en desarrollar fuentes de luz más eficientes no habría financiado estudios relacionados con la electricidad y el magnetismo, sino con la cera y las mechas.229 Es casi imposible predecir qué inversión en ciencia terminará por hacer que bajen los precios del pan de un modo radical veinte o cincuenta años después.

Sin embargo, a pesar de todas estas puntualizaciones, hay algo que debemos conceder a los filósofos clásicos, hay campos de investigación con una aplicación más inmediata y otros más alejados y ellos, claramente, apostaron por estos últimos, que consideraban más puros y merecedores de la atención del verdadero filósofo. Muchos científicos actuales siguen sintiéndose identificados por esta búsqueda del conocimiento por sí mismo.

En la Grecia clásica la mayoría de los filósofos trataba con condescendencia a aquellos interesados por el beneficio inmediato. Los sofistas, por ejemplo, que enseñaban por dinero230 fueron comparados con prostitutas intelectuales.231 Es cierto que muchos filósofos eran ricos, por ejemplo, Platón y Aristóteles, pero incluso Sócrates, que era hijo de un albañil y una partera y pobre, nunca cobró por sus enseñanzas.232 Yo que cobro por dar clase soy plenamente consciente de la tensión que existe entre enseñar a un alumno y complacer a un cliente. En la enseñanza es importante buscar oportunidades para que el alumno se equivoque, confrontando así sus creencias previas erróneas, pero a los clientes no suele agradarles que se les diga que están equivocados, especialmente cuando están pagando por obtener un título que puede servirles como trampolín para obtener una buena posición social. Para los filósofos clásicos el conocimiento es algo que uno perseguía por placer cuando disponía de tiempo libre. La palabra escuela deriva del griego scholé, ocio. Supongo que a Sócrates y a Platón les habría parecido irónico que las instituciones escolares acabasen convirtiéndose en una obligación.

El interés por cualquier detalle, incluso por los más abstrusos, llegó a ser bastante apasionado, tanto, que en alguna ocasión se acabó barajando como móvil de asesinatos. La longitud de la diagonal de un cuadrado de lado unitario no puede ser expresada como un número racional. Un número racional es aquel que puede obtenerse como el cociente, la razón, de dos números enteros. Por ejemplo, 1/2 o 2/3 son racionales. Pero parece que Hípaso de Metaponto, uno de los primeros discípulos de Pitágoras, demostró que esa diagonal no era racional. Algo que realmente es cierto, ya que la raíz cuadrada de dos es, efectivamente, irracional, es un número que no puede ser expresado como el cociente de dos enteros. Que a estos números los denominemos irracionales es un recuerdo del poco agrado con el que los griegos clásicos trataban estas cantidades. De hecho, nunca llegaron a saber muy bien qué hacer con ellos, lo cual limitó sus matemáticas. En cualquier caso, puede que Hípaso demostrase esta irracionalidad de la diagonal del cuadrado o algún otro teorema relacionado con estos números. La secta religioso-filosófica de los pitagóricos era muy hermética y los detalles de lo que sucedía dentro no nos han llegado. Lo que sí sabemos es lo que la gente acabó pensando al respecto.

Jámblico, un filósofo pitagórico y neoplatónico de la época romana, es decir de algunos siglos posteriores al incidente, dijo que la ofensa cometida por Hípaso fue tan grande que los dioses lo castigaron ahogándolo en el mar. Otros afirmaron que no fueron los dioses sino sus propios compañeros los que lo asesinaron lanzándolo por la borda de un barco como castigo por haber revelado un hecho tan desagradable. Probablemente nunca sabremos lo qué sucedió y espero por el bien de Hípaso, de sus compañeros y de las matemáticas, que este asesinato no sea más que una leyenda. Aunque lo que sí queda claro es que a los comentaristas de estos hechos no les extrañó demasiado que un pitagórico hubiese matado a otro por una discusión relativa a la teoría de números. No sé qué clase de películas de policías veis vosotros, pero en las que yo veo el móvil suele ser el dinero o el odio, no los números irracionales.

Este interés por el conocimiento puro, alejado de cualquier posible aplicación, especialmente el relativo al mundo natural, es una peculiaridad de la Grecia clásica y es lícito preguntarse por las causas que llevaron a las comunidades filosóficas presocráticas a emprender un camino tan alejado de los filósofos chinos, más interesados por lo social y político o del de los indios, más comprometidos con el desarrollo humano, por la metafísica y la religión.

Hay autores que nos recuerdan que en la sociedad griega se valoraba la excelencia, una virtud que denominaban areté. Este respeto por la excelencia se manifestaba, por ejemplo, en las numerosas competiciones que buscaban homenajear a los campeones de cada campo. Los griegos tenían concursos para todo: las Olimpiadas de los deportes, el festival anual de Dionisio de teatro, además de competiciones musicales, de danza y debate.233 Los filósofos serían, simplemente, los olimpistas del conocimiento.

Pero que valorasen la excelencia no implica que debiese apasionarles buscarla en lugares tan extraños como la raíz cuadrada de dos y esto es, precisamente, lo que pensaban muchos de sus conciudadanos. Aristófanes, uno de los más afamados comediógrafos griegos, se burló de Sócrates situándolo en Las nubes. En esta obra de teatro Sócrates vuela entre las nubes mientras trata de medir cuánto saltan las pulgas.234 Los sofistas, las prostitutas que enseñaban por dinero, pensaban que la especulación estéril había hecho que Platón y compañía perdiesen cualquier conexión con el sentido común.235

Incluso la mayoría de los filósofos clásicos y helenísticos terminaron alejándose del interés de los presocráticos por el mundo natural. Epicuro creía que la búsqueda del conocimiento sólo tenía sentido si contribuía al desarrollo del ser humano236 y a Sócrates, a pesar de las chanzas de Aristófanes, lo que le interesaba era responder a la pregunta de cómo hemos de vivir.237 Estudiar las entrañas de las sepias, algo a lo que Aristóteles, como comentaremos, se dedicó con fruición era la excepción. Los intereses socráticos, mucho más cercanos a los de los filósofos chinos, fueron compartidos por la mayor parte de las escuelas helenísticas. El estoicismo romano de Séneca, Epitecto y Marco Aurelio, llegó incluso a abandonar el interés por la lógica y la metafísica y se centró en la cuestión de cómo debemos afrontar la vida.238 En una librería actual sus libros se encontrarían más cómodos en la sección de psicología que en las de matemáticas, física o biología.

De modo que la cuestión no es por qué la sociedad griega se interesó por el conocimiento del mundo natural o la lógica, sino por qué lo hicieron unos cuantos individuos y, sobre todo, cómo es que estos pocos filósofos acabaron formando unas comunidades tan exitosas. Creo, como en otras ocasiones que he planteado preguntas similares, que la respuesta es compleja y que no podemos más que apuntar algunos aspectos posiblemente relevantes.

La sociedad griega era profundamente comercial y estaba acostumbrada a surcar el Mediterráneo, lo que facilitaba que entrase en contacto con ideas muy diversas. Pitágoras era natural de Samos, una isla cercana a Mileto, pero se dice que aconsejado por Tales visitó Egipto, Babilonia e, incluso, la India antes de establecer su comunidad en Crotona, en la actual Italia. Y estos viajes de Pitágoras no fueron la excepción sino la norma entre los filósofos clásicos y helénicos.

Por otro lado, resulta llamativo que estas extrañas ideas acabasen teniendo una influencia tan duradera en el mundo occidental. Las ideas de estas peculiares gentes bien podrían haber sufrido el mismo olvido que la lógica moísta de la China antigua y puede que su popularidad posterior sea debida a una serie de contingencias históricas. Alejandro Magno conquistó la práctica totalidad del mundo occidental civilizado e hizo un esfuerzo consciente por fusionar las culturas de oriente y occidente, lo que, como veremos, terminó causando el enorme florecimiento de la ciencia helénica en Alejandría, un avance que resonaría fuertemente en la revolución científica del XVII y el XVIII. Además, el cristianismo terminó, como también comentaremos, por absorber una gran parte de la metafísica clásica y la lógica aristotélica y esta, y no otra de las religiones que se practicaban en Roma, fue la que acabó asociada al Imperio, un poder que catapultó estas ideas hasta la Edad Media donde florecieron bajo el patrocinio de la Iglesia.

Lo que tal vez sí sea común a muchas sociedades es la existencia de individuos interesados en el estudio de cuestiones que al resto les pueden parecer extrañas. Puede que esto forme parte de la variación natural humana. Puede que en todas las sociedades haya personas con una constitución psicológica que les haga sentirse atraídos por ciertos patrones y tipos de conocimiento. En la Austria de los años 30 hubo un investigador que describió a una comunidad de estudiantes como centrada por completo en sus intereses, con problemas de socialización, incapaz de aceptar ninguna conclusión sin cuestionarla239 e inmune, en muchas ocasiones, a la opinión de sus compañeros240 y de la autoridad académica. Según este investigador los intereses de estas personas solían ser bastante peculiares: astronomía, química, calendarios, mapas u horarios de transportes públicos241 y, además, tenían una fuerte inclinación por cuantificar y organizar cualquier información que pudiesen conseguir sobre esas pasiones.242 Esta es una caracterización que Aristófanes podría haber utilizado para burlarse de Tales y Aristóteles, pero Asperger, el psiquiatra austriaco del que estoy hablando, ni estaba describiendo el estereotipo del científico despistado ni haciendo burla alguna, sino que estaba refiriéndose a un conjunto de niños de su escuela vienesa que actualmente estarían diagnosticados dentro del espectro autista.

Esa capacidad por obsesionarse por los detalles más nimios y esa necesidad por cuestionar y entender cualquier justificación parecen formar parte de la variación humana y son unos rasgos que podrían ayudar a ciertos investigadores a llegar más allá de la frontera, dedicando un tiempo que la mayoría de sus conciudadanos consideraría absurdo dado lo abstruso de sus intereses. Llegados a este punto debo confesar que mi carrera profesional se ha centrado en el estudio de la domesticación del tomate en la América precolombina, que he llegado a pelearme por la justificación de la estima del diámetro de los tomates mesoamericanos de hace dos mil años, que llevo 7 años dedicando mi tiempo libre a leer sobre filosofía e historia de la ciencia y que he caminado 1500 kilómetros buscando los pokemons perfectos.

Antes de continuar quiero hacer unas aclaraciones porque no me gustaría que mis palabras fuesen malinterpretadas. No creo en absoluto que tener rasgos autistas sea necesario para hacer ciencia. De hecho, creo, a pesar de ser esta una cuestión empírica de la que, por desgracia, carezco de información, que la comunidad científica puede beneficiarse de aproximaciones e intereses diversos. Además, hay que recordar que el espectro autista es un trastorno muy serio que llega a ser devastador para mucha gente. Tampoco estoy afirmando que los filósofos clásicos fuesen autistas leves, no tengo la capacitación requerida como para diagnosticar a nadie y aunque la tuviese, no es posible hacer un diagnóstico fiable de gente que ya no puede ser estudiada con detalle. Lo único que trato de sugerir es que algunas de estas características parecen describir, en mayor o menor medida, a algunos científicos, por ejemplo, a Paul Dirac o a Henry Cavendish, y que sesgan algunas de las tensiones típicas de los humanos hacia terrenos muy sugerentes. La atención exagerada por el detalle irrelevante y la necesidad de clasificar y ordenar el conocimiento es algo que a muchas personas les puede parecer extraño, pero que, tal vez, a Aristóteles, que se dedicó a observar y clasificar invertebrados durante años, no le fuese completamente ajena.

El compromiso con la honestidad intelectual por encima de la búsqueda de la aprobación social y de la autoridad, podría parecerle exagerado a muchos, pero claramente no se lo pareció a Galileo. De nuevo repito, no estoy sugiriendo que ni Aristóteles ni Galileo estuviesen dentro del espectro autista, simplemente afirmo que estos rasgos parecen formar parte de la variación natural humana y que puede que sean especialmente prevalentes en las comunidades dedicadas a cultivar unos intereses que, a la mayoría, podrían parecerles muy extraños.

3.5 Asombro reverencial

Pero incluso aunque asumamos que algunos investigadores tenían una disposición natural a buscar el conocimiento y que este es uno de los motivos por los que recomendaban dedicar su tiempo libre a cultivar esta búsqueda, no debemos creer que para los filósofos clásicos este empeño era una simple afición, como hacer macramé o encaje de bolillos. Recordemos que para ellos este era el camino que dignificaba al ser humano. Demócrito dijo que prefería encontrar una sola explicación a ser el rey de Persia243 y tanto para Sócrates, como para Platón244 o Aristóteles245 el ideal de una vida plena era dedicarse a la búsqueda del conocimiento. Aristóteles pensaba que la investigación del cosmos nos acercaba a lo que hay de divino y elevado en los seres humanos246 y que era precisamente este impulso lo que nos distinguía del resto de animales.247

En griego ser humano es ánthropos, de ahí nuestra antropología, el estudio de los humanos, y resulta muy significativa la etimología que Platón propuso para este término: anathreî (reflexionar) + ópōpe (ver). Es decir, según Platón ánthropos, humano, significaría: que reflexiona sobre lo que ve. En realidad, actualmente no hay un acuerdo sobre la etimología de esta palabra y las propuestas más razonables son mucho menos interesantes que la platónica. Por ejemplo: aner (hombre) + opos (ojo o cara), por lo tanto ánthropos significaría, simplemente, aquel que tiene cara de humano. Sin embargo, en este caso, lo relevante no es tanto la etimología real, sobre la que no hay acuerdo, sino la idea que Platón tenía sobre ella.

Somos muchos los que compartimos esta noción de que la búsqueda del conocimiento por el conocimiento, el desarrollo de la curiosidad, es un aspecto de lo humano que nos dignifica especialmente. Linneo, el fundador de la taxonomía moderna, nos denominó Homo sapiens, barro que conoce. Nuestro origen, como hemos visto, está asociado a la tierra sobre la que cultivamos nuestro sustento, pero es al levantar los ojos hacia el cielo estrellado preguntándonos por el orden del cosmos cuando estamos ejerciendo un rasgo puramente humano. Como dijo Porco Rosso, un personaje del maestro Hayao Miyazaki, un cerdo que no vuela, no es más que un cerdo, algo con lo que Platón o Aristóteles habrían estado completamente de acuerdo, ya que ellos también eran logófagos irredentos, devoradores de conocimiento. Un logófago es aquel que responde “sí” cuando le preguntan si quiere aprender, independientemente de que la materia sea o no sea útil. En cierto modo los términos logófago y filósofo compartirían una misma ambición etimológica, el reflejo del amor por el conocimiento, pero la palabra filósofo ha adquirido con el tiempo un sentido algo diferenciado que lo ha alejado de su sentido puro original, el amor o el hambre de conocimiento.

Saber cuál es la edad del universo o escuchar la colisión de dos agujeros negros no tiene utilidad práctica alguna, pero algunos griegos clásicos decidieron explorar una conexión que podría calificarse como reverencial, o incluso sagrada o pura, entre lo humano y lo cósmico. Recordemos, además, que logos, no sólo hacía referencia al orden del cosmos sino a la comprensión de ese orden, por lo que, al contemplar este orden profundo, de algún modo, participamos en él. Este es el motivo por el que los pitagóricos decidieron estudiar los números y la geometría, para revelar la armonía profunda del cosmos.248 Esta es la misma motivación que llevó a Aristóteles a investigar el mundo biológico. Para ellos, como para muchos otros investigadores, este estudio era bello en sí mismo; tan era así que la palabra cosmos terminó por adquirir un nuevo significado, belleza, de ahí que hablemos de cosmética.

La contemplación del logos, el orden del cosmos, no sólo era estéticamente placentera, sino que te hacía partícipe de ese orden. Los pitagóricos creían que este era el modo de trascender más allá de nuestro cuerpo mortal. Esta es una idea, que, una vez eliminados los aspectos más místicos del pitagorismo, ha sido compartida por numerosos investigadores. Ptolomeo, el gran astrónomo de la antigüedad, decía que al contemplar el orden de los astros nuestras almas participan en ese orden.249 Bertrand Russell recomendó el estudio de la filosofía porque es de este modo como nuestra mente puede participar en la grandeza del universo, lo cual constituye el mayor de los bienes,250 una idea que no resultará ajena a ninguno de los hijos intelectuales de Sagan.

Este reconocimiento del orden del cosmos también es compartido por los creyentes religiosos, aunque, tal vez, estos creyentes hablen de divinidad para referirse a este orden en vez de logos. Hay aspectos compartidos por el camino religioso y el científico. El dios de Aristóteles es el logos contemplándose a sí mismo y el demiurgo platónico construye nuestro universo material utilizando como molde unas formas que podrían entenderse como la estructura del orden del cosmos, del logos. Muchas veces cuando se comenta la transición del mito al logos se menciona la crítica que hizo Jenófanes de los dioses homéricos, y es cierto que dijo que si las vacas tuviesen dioses tendrían forma de vaca, igual que los dioses de Homero no son más que copias de los seres humanos. Pero lo que no se recuerda con tanta frecuencia es que Jenófanes no era ateo, que lo que estaba criticando era la falta de respeto que suponía atribuir a los dioses envidias, adulterios o asesinatos.251

3.6 Filosofía y religión

El desarrollo de la filosofía clásica, a pesar de las críticas de Jenófanes, no conllevó por parte de la población general un abandono de los dioses de Homero y Hesíodo, que continuaron constituyendo el núcleo de la educación y de la cultura griega.252 Además, aunque las propuestas de los filósofos si se distanciaron de estos dioses humanizados, no hemos de pensar que el naturalismo milesio hizo que los filósofos clásicos se hiciesen ateos. Lo divino continuó presente en la mayoría de sus cosmologías.253 Incluso los epicúreos,254 que eran atomistas, y los estoicos, que eran materialistas, creían en los dioses o, al menos, equiparaban el cosmos con dios.255 Lo que sí es cierto es que los dioses de los filósofos solían ser mucho más abstractos, más cercanos al logos que a los instintos primarios humanos.

Aunque es verdad que algunas de las actitudes religiosas de algunos filósofos llegaron a ser mucho más pintorescas que esta noble búsqueda del logos. Pitágoras, por ejemplo, era considerado como una especie de profeta y fundó una secta religiosa que terminó por convertirse en escuela filosófica.256 Se dice que Pitágoras tenía un muslo de oro, que podía ver el futuro y hablar con los animales e, incluso, con los ríos.257 Además, creía en la reencarnación y decía ser el soldado que mató en la guerra de Troya a Patroclo, el amigo de Aquiles, y sus discípulos debían respetar algunos preceptos de lo más curiosos: estaba prohibido comer carne y habichuelas, tocar pollos blancos y enterrar cadáveres vestidos con lana. Sin embargo, a pesar de estas historias extravagantes consideramos a los pitagóricos filósofos relevantes porque hicieron avances fundamentales en matemáticas que justificaron debidamente y que, por tanto, podemos comprobar incluso aunque no confiemos en su palabra.

Empédocles, que es el filósofo presocrático famoso por haber afirmado que el mundo está compuesto por cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego, también creía en la reencarnación y decía haber sido antes un niño, una niña, un pájaro, un pez y un matorral. Además, afirmaba ser un dios y se cuenta que resucitó a una mujer y que curó la peste en una ciudad completa.258

Pero, incluso aunque nos olvidemos de Empédocles y de los aspectos sectarios y místicos de los pitagóricos, cabe preguntarse si los filósofos clásicos fueron religiosos o no. Para contestar a esta pregunta deberíamos definir antes qué entendemos por religión, algo sobre lo que no hay un consenso. Espero que vaya observándose un patrón con los problemas de definición, casi ningún término interesante relativo a un fenómeno complejo suele ser fácil de definir.

Es común asumir que se da un fenómeno religioso cuando alguien cree en un ser sobrenatural, pero las distintas religiones tienen metafísicas muy diferentes y, además, son fenómenos culturales que no se limitan a unas creencias metafísicas concretas. Hay religiones teístas, como el cristianismo, que no sólo creen que el universo fue creado por un ser sobrenatural, sino que este ser sigue interviniendo en él. Otros creyentes religiosos aceptan que el cosmos fue creado por un dios, pero asumen que una vez fijadas las leyes que lo rigen éste ya no vuelve a intervenir. Algunas religiones son monoteístas, otras dualistas o politeístas, e, incluso, hay quien, como los estoicos, los moístas o Spinoza, ha planteado la identificación de dios con la naturaleza.

Además, una religión es mucho más que un conjunto de creencias metafísicas e incluye, al menos, un grupo de prácticas asociadas. Estas recomendaciones u obligaciones sobre qué ceremonias deben celebrarse o qué reglas morales deben seguirse son tan importantes o más que la creencia en seres sobrenaturales. Hay incluso ejemplos de religiones ateas centradas alrededor de la práctica y la comunidad, como, por ejemplo, el satanismo laveyano, algunos tipos de budismo, el jainismo o algunos tipos de humanismo (aunque esto último es algo que muchos humanistas discutirían).

Lo que sí es cierto es que las religiones tienen sistemas de creencias que pueden ser analizados filosóficamente o que constituyen en sí mismos sistemas filosóficos con ideas metafísicas y epistemológicas, directrices morales e hipótesis sobre el funcionamiento del mundo natural. Si nos limitamos a estos aspectos sería complicado distinguir algunas propuestas filosóficas de las creencias de algunas religiones. Tal vez uno de los casos más claros de esta cercanía lo constituya el neoplatonismo, que llegó a ser integrado por los teólogos cristianos formando dos metafísicas paralelas, la cristiana y la neoplatónica, con las que se podría jugar al juego de las 7 diferencias.

Muchas de las cuestiones que tratan de responder los sistemas de creencias religiosos fueron compartidas por los filósofos clásicos ya que son, en realidad, universales: cuál es el papel del humano ante el universo y ante sus congéneres, cuál es la realidad subyacente a nuestra experiencia cotidiana y si esta realidad permite algún tipo de trascendencia. Es decir, son las preguntas sobre la vida, el universo y todo lo demás cuya respuesta es, indudablemente, 42. Las explicaciones míticas antiguas, como las filosóficas o las religiosas, simplemente ansían explicar el mundo.259

Lo que diferencia a las creencias religiosas y filosóficas no son necesariamente las conclusiones a las que se llegan sino, sobre todo, el modo en el que se justifican esas creencias. Los filósofos presocráticos asumieron que sus conclusiones debían justificarse260 y este es, precisamente, el motivo por el que se les considera filósofos, independientemente de que ellos se creyesen profetas, dioses, héroes o simples mortales. Esta obligación de justificar los argumentos y de defender estas justificaciones mediante la razón es lo que diferencia a la filosofía griega de otras de las producciones culturales de esa misma sociedad.261 Hesíodo y Homero, a diferencia de Pitágoras o Empédocles, no argumentaban, simplemente narraban unas historias de las que debía extraerse entretenimiento y conclusiones morales.262

Tal vez uno de los mejores ejemplos para distinguir entre ambas aproximaciones sea el de la teología natural de Tomás de Aquino, un extraordinario filósofo y teólogo medieval que acabó siendo nombrado santo y doctor de la Iglesia. La teología natural es un ejercicio filosófico, no teológico, ya que trata de justificar la existencia de dios sin recurrir a la revelación de los profetas. Tomás presentó 5 justificaciones independientes de la existencia de dios,263 algunas tomadas directamente del pensamiento aristotélico. Por ejemplo, si todo tiene una causa previa debe haber una causa inicial que inicie esta cadena y, según Tomás, esta causa debe de ser dios. Otro de los argumentos más convincentes es el del diseño. El diseño y el propósito son aparentes en la naturaleza, mi gata, que ahora duerme junto a mí, disfruta de unas enormes orejas que le otorgan un oído exquisito y tiene unos bigotes sensibles que le permiten cazar incluso en la más completa oscuridad. ¿Quién sino dios puede haber generado este diseño pensaron Tomás y otros muchos filósofos? Antes de que el darwinismo nos mostrase como puede generarse diseño sin diseñador había que ser un gigante intelectual de la talla de Hume para encontrar el fallo en este razonamiento. De todos modos, lo relevante no es que estas conclusiones fuesen aceptadas o no. Ya en la Edad Media Guillermo de Ockham criticó razonadamente estas pretendidas pruebas264 y, en la actualidad, la mayoría de filósofos no sólo son ateos, sino que también rechazan las metafísicas de los presocráticos o de Platón. Lo importante es que al asumir que una conclusión debe ser justificada mediante un análisis racional, y que este análisis debe ser defendido en el ágora, se está haciendo filosofía.

En lo que sí estaban de acuerdo Tomás y Ockham265 era en que la diferencia entre la filosofía y la teología radicaba en la aceptación de las revelaciones de los profetas.266 Mientras que la teología acepta esas revelaciones, al menos las de algunos profetas, la filosofía se basa exclusivamente en evidencias públicas y en la razón. Este es un tema que trataremos con más detalle cuando discutamos sobre si las religiones pueden constituir sistemas epistémicos alternativos.

Otra de las diferencias entre la religión y la filosofía es que esta última suele ser mucho más cuidadosa con el análisis conceptual. Antes de preguntarle a un filósofo qué es el conocimiento harás bien en comprar unos cuantos refrescos y unas papas, porque te va a estar dando la brasa con propuestas, matizaciones y contramatizaciones durante horas. Sin embargo, cuando le preguntas a un creyente religioso qué es dios lo más normal es que te devuelva una respuesta vaga y si se lo preguntas a unos cuantos de la misma religión no te extrañes si cada uno te conteste algo diferente. Esto es algo que la teología, a diferencia de la religión más cotidiana, intenta mejorar, aunque, en mi opinión, lo hace de un modo un tanto deshonesto ya que suele mantener un doble discurso dependiendo de si el interlocutor es otro teólogo o de si están en la misa de los domingos. Por ejemplo, deberían explicar con más claridad a todo el mundo que la Biblia, el suspuesto texto revelado está plagado de contradicciones. ¿Eva fue creada a la vez que Adán o a partir de su costilla? ¿Nos pide dios que no matemos o nos pide que realicemos genocidios contra los que no creen en él? Alguien que aspira a ser riguroso no debe esconder estos problemas bajo la alfombra diciendo que algunos textos son meramente alegóricos. Si interpretamos la revelación según nuestras ideas, ¿qué sentido tiene que digamos que creemos en la revelación?

Algo que es importante recordar es que la comparación que tiene sentido es la de los sistemas de creencias religiosos y los sistemas de creencias filosóficos. Comparar la religión con la ciencia, algo que yo solía hacer, es muy limitado, ya que la ciencia sólo trata sobre las cuestiones factuales relativas al mundo natural. Es cierto que se puede discutir si la Tierra gira o no gira alrededor del Sol, pero las propuestas religiosas van mucho más allá, ya que incluyen recomendaciones morales, algo que compete a la filosofía moral y la axiología, la rama de la filosofía que trata sobre los valores, y no a la ciencia. La ciencia es la aproximación adecuada si queremos contestar a una pregunta relativa a cómo es el mundo, pero no puede indicarnos cómo debería ser. Podemos establecer científicamente que hay homosexualidad en el mundo animal, pero para derivar conclusiones morales, necesariamente tendremos que hacer uso de valores, algo que compete a la filosofía moral. Esto es algo que suele confundirse cuando algunos científicos hablan sobre los magisterios separados de la ciencia y la religión. En primer lugar, no es cierto que las religiones no hagan afirmaciones factuales, que se lo cuenten a Bruno o a Galileo, y, en segundo lugar, cuando dicen que la religión trata sobre la moral y la ciencia no, están afirmando algo cierto, pero irrelevante ya que es la filosofía moral la que trata sobre la moral y no la ciencia. Por lo tanto, la comparación adecuada es entre filosofía y sistemas de creencias religiosos.

3.7 Libertad

Un aspecto esencial de la filosofía es la crítica racional, por lo tanto, sin libertad intelectual no puede haber una verdadera filosofía. John Stuart Mill, el filósofo y economista decimonónico, sostenía que debíamos ser especialmente cautos y que no teníamos que reprimir las opiniones que no compartimos, dado que si las restringiésemos podríamos estar suprimiendo una idea de la que, eventualmente, podríamos aprender algo.267 Esto, por supuesto, no implica que tengamos que dar la razón a estas posiciones, que no debamos criticarlas o que hayamos de atender a cualquier crítico irracional, sino, tan sólo, que no debemos tratar de prohibirlas. Tampoco creo que implique que debamos permitir cualquier opinión, aunque hay casos muy extremos que sí deben ser reprimidos, especialmente aquellos en los que se pide que se atente contra la vida o la integridad física de las personas.

Las religiones, especialmente cuando están cerca del poder político, no suelen defender de un modo tan entusiasta la crítica y la investigación. Algunas mitologías incluso llegan a condenar el acceso al conocimiento:

Entonces la serpiente dijo a la mujer: — Ciertamente no morirán. Es que Dios sabe que el día que coman de él, los ojos les serán abiertos, y serán como Dios, conociendo el bien y el mal. (…) - Entonces el SEÑOR Dios dijo (…) Porque obedeciste la voz de tu mujer y comiste del árbol del que te mandé diciendo: “No comas de él”, sea maldita la tierra por tu causa. Con dolor comerás de ella todos los días de tu vida; 18 espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste tomado. Porque polvo eres y al polvo volverás (Génesis 2-3).

La curiosidad debería ser premiada, no castigada y resulta extraño que cualquier religión que se crea realmente en posesión de la verdad reprima la investigación racional ya que, como defendía Tomás de Aquino, que estaba realmente seguro de su creencia en el dios cristiano, si asumimos que la revelación es verdadera no es posible que el camino de la razón contradiga el de la revelación puesto que ambos deben conducirnos a la verdad. Por supuesto, podría ser que nuestros razonamientos fuesen erróneos, pero para eso está la filosofía, para criticarlos y matizarlos hasta corregirlos. En mi opinión estas restricciones a la libertad de pensamiento tienen bastante que ver con el control social, además de con una posible inseguridad ante el imparable éxito del conocimiento del mundo natural por parte de la ciencia, que no suele confirmar las revelaciones, y del avance en los sistemas éticos de la filosofía.

Dicho esto, debo reconocer que una parte importante de las acusaciones ilustradas, que yo creía ciertas, a la Iglesia medieval tienen mucho de leyenda negra. La Iglesia medieval fue una decidida promotora del conocimiento y de la filosofía.268 Es verdad que, durante la primera mitad de la Edad Media, hasta Carlomagno,269 se perdió mucho del conocimiento clásico y helenístico, pero esto se debió más al caos social, a la pobreza y a la consiguiente falta de intelectuales que a cualquier otro motivo. Durante la segunda mitad de la Edad Media, que podría denominarse Plena, hubo una mayor estabilidad social acompañada de un gran desarrollo económico y cultural.270 Hubo una revolución tecnológica: mejoras agrícolas relacionadas con la popularización del molino de agua,271 el arado por caballo y el barbecho que aumentaron el rendimiento agrícola que permitieron el aumento de la población. Entre 1000 y 1300 la población europea se duplicó, triplicó o cuadruplicó.272 En el siglo XIII la Europa cristina se había urbanizado y los mercaderes y artesanos se habían hecho prominentes. Estas ricas ciudades levantaron numerosas catedrales, entre 1180 y 1270 se construyeron 80 catedrales y 500 abadías en Europa.273 Esta urbanización acompañada por la prosperidad económica y social fomentó el nacimiento de escuelas y universidades y el desarrollo intelectual. Fue entonces cuando la Iglesia promovió el estudio de la filosofía y la teología.274 El renacimiento cultural del siglo XIV y la posterior revolución científica habrían sido impensables sin esta urbanización previa.275

El término Edad Media podría abarcar desde la caída del Imperio Romano, alrededor del 500 a. C., al renacimiento de 1450.276 Un periodo muy amplio que abarcó épocas con unas características muy heterogéneas y que, a pesar de incluirse bajo un mismo término, no hemos de confundir. Tal vez sería conveniente recordar la nomenclatura anglosajona de Edades Medias para marcar la distinción entre la pobreza de la primera mitad y la clara recuperación económica, social e intelectual de la segunda. Esta recuperación económica y social se vio truncada por la hambruna de 1315, la Guerra de los Cien Años, iniciada en 1337 y la llegada de la peste bubónica a mediados del siglo XIV.277

En cualquier caso, la Iglesia medieval tenía un claro interés en hacer una defensa crítica de sus posiciones278 y era consciente del gran valor de la filosofía clásica. Suele criticarse la filosofía escolástica por resultar muy técnica y compleja,279 pero esto se debe, precisamente, a que gracias al patronazgo eclesiástico se pudieron profesionalizar los pensadores. La sociedad griega no financió a los filósofos clásicos, pero la Iglesia medieval sí pagó a Tomás de Aquino, a Guillermo de Ockham y a muchos otros.

Aunque a pesar de este claro apoyo, es cierto que la Iglesia medieval siempre mantuvo una actitud ambivalente frente a la indagación filosófica y teológica, algo completamente ajeno a la actitud de los filósofos clásicos y modernos que practicaban una libertad intelectual completa. Si algún pensador llegaba a una conclusión inconveniente para la Iglesia, se exponía a la excomunión o a algo peor. Había conclusiones, especialmente las relacionadas con el mantenimiento de su poder social y político, que trataba de reprimir.280 Aunque, todo sea dicho, el éxito de esta represión fue relativo. En 1210 prohibió que los profesores de la recién fundada Universidad de París enseñasen los textos científicos de Aristóteles, pero unas pocas décadas más tarde pasaron a ser enseñanzas obligatorias.

Esta relativa tolerancia se redujo durante la contrarreforma, probablemente porque la Iglesia había sufrido una clara merma de poder debida a los movimientos teológicos asociados al protestantismo. Pero este es un fenómeno más característico de la época Moderna que de la Medieval. Las condenas a Bruno y a Galileo, que han quedado marcadas en la mente de los ilustrados, son posteriores a la aparición de la imprenta, una tecnología que posibilitó una diálogo intelectual más amplio y, por lo tanto, menos fácil de controlar por parte de la Iglesia, que durante el medioevo había sido la única capaz de sufragar el elevado coste de los copistas.

3.8 Ágora, la comunidad racional

Si deseamos progresar no basta con permitir la crítica racional, sino que conviene fomentarla. Debemos buscar activamente que la comunidad analice y critique nuestras justificaciones.

Como humanos es fácil ser víctimas de nuestros sesgos cognitivos, de nuestro desconocimiento y del peso de la tradición. Nuestros sistemas cognitivos evolucionaron, principalmente, para extraer conclusiones rápida y eficientemente partiendo de una información parcial, no para hacer análisis pausados y rigurosos. Para conseguir hacer estas inferencias rápidas utilizamos heurísticas. Las heurísticas son atajos cognitivos que, en la mayor parte de las ocasiones, dan una respuesta muy cercana a la óptima, pero que exigen pocos recursos computacionales por lo que nos permiten salir de un apuro con celeridad.281 El problema es que nuestras heurísticas son muy vulnerables cuando nos encontramos en situaciones que violan las asunciones sobre las que están construidas. Es entonces cuando cometemos errores sistemáticos que denominamos sesgos cognitivos.282 Además, somos especialmente malos en asuntos relacionados con la inferencia lógica y estadística.

Ninguna persona, por inteligente que sea, podrá manejar el conocimiento y las destrezas intelectuales disponibles en el conjunto de la comunidad. Podríamos pensar que la gente más inteligente es menos vulnerable a todas estas debilidades cognitivas, pero esto no sólo no parece ser cierto, sino que, en algunos casos, puede que estén incluso más expuestos. La inteligencia, en muchas ocasiones, es más un lastre que una solución. Hay estudios en los que se ha visto que a las personas con un mayor cociente intelectual les es más fácil encontrar justificaciones para sus ideas previas, pero tienen menos predisposición a considerar posiciones distintas a las suyas.283

Tampoco tiene por qué salvarnos tener un alto nivel educativo. Hay estudios que han encontrado que los alumnos universitarios comparten las mismas creencias paranormales, y en el mismo nivel, que la población general.284 En otros estudios se ha hallado que los profesores universitarios sí son menos crédulos que sus estudiantes,285 aunque, dentro de estos, había diferencias importantes entre los profesores de ciencias y los de humanidades.

En algunos estudios se ha encontrado que la creencia en distintos fenómenos paranormales estaba correlacionada con un menor conocimiento de las herramientas que conforman el pensamiento crítico.286 Aunque también conviene ser cautos con esto, estudiar estas herramientas no sólo no garantiza nada, sino que puede llegar a ser contraproducente. Estudiar los sesgos cognitivos y las falacias lógicas puede hacer que los reconozcamos más fácilmente en los razonamientos de los demás, especialmente si eres inteligente, y eso te puede llevar a un exceso de crítica a las ideas que no compartes. Reconocer los problemas de nuestros argumentos es mucho más difícil que encontrar los problemas en las justificaciones de los demás. Feynman recomendó que fuésemos muy cautos dado que debíamos intentar no engañarnos a nosotros mismos a pesar de que somos nosotros, precisamente, los más fáciles de engañar.287

Para aprender más sobre nuestros sesgos y sobre cómo aliviarlos merece la pena estudiar algunos de los excelentes libros dedicados a estos asuntos como: Convencidos, pero equivocados del psicólogo Thomas Gilovich, Por qué creemos en cosas raras del escéptico Michael Shermer o el excelente The Skeptics’ Guide to the Universe del neurólogo y escéptico Steven Novella.

Al enfrentamos a lo desconocido, a la frontera, lo hacemos con unas herramientas claramente deficientes, por lo que la actitud correcta es la humildad intelectual.288 Cuando se me ocurre una nueva idea en el laboratorio, lo primero que hago es intentar criticarla con todas mis fuerzas, buscando sus debilidades y sus limitaciones y si no consigo tumbarla o refinarla, lo siguiente que hago es ir al laboratorio de mi compañero para que él, que no comparte todos mis sesgos, me regale una crítica razonada. Sólo después de superar este esfuerzo crítico nos molestaremos por pedirle su opinión a la naturaleza mediante un experimento o un nuevo análisis.

Estar equivocado no es un problema, la tragedia consiste en no corregir el error aprovechando las críticas racionales de los demás o las evidencias empíricas que podamos obtener del mundo natural. El crítico racional nos ayuda a replantear nuestras justificaciones y nuestras asunciones y este es un regalo que debemos agradecerle, aunque nuestro primer impulso al ver como destruye nuestra querida idea no sea, precisamente, darle las gracias. Este es el regalo que Sócrates hacía a sus conciudadanos al buscar analizar críticamente sus razonamientos.

Los atenienses no supieron agradecer el regalo. Las comunidades habituales no tienen como único objetivo la exploración racional de cada idea. Este es uno de los motivos por los que debemos fomentar activamente el diálogo racional. Las ágoras no nacen ni se mantienen espontáneamente, deben ser cultivadas recordando continuamente que el objetivo de esas comunidades es la investigación racional y no otro. La crítica, por muy racional que pretenda ser, siempre atentará, al menos en parte, contra la cohesión comunitaria, los seres humanos tienen una aversión natural a la reprobación. Es mucho más fácil generar comunidades fuertes alrededor de dogmas indiscutibles; de hecho, esta es, precisamente, una de las funciones de los mitos sagrados. Las comunidades suelen identificarse por el respeto a unas ideas concretas. Tal vez algo que puede ayudar a las comunidades racionales sea recordar que la idea que las une es el respeto a la razón por encima de cualquier conclusión concreta, el proceso por encima de la respuesta.

Dado que cualquier comunidad humana siempre estará formada por seres muy alejados del ideal vulcaniano, la búsqueda de la racionalidad siempre se encontrará en tensión con otras dinámicas sociales, como la búsqueda del apoyo de nuestros colegas y amigos o del poder. Distintas comunidades resolverán esta tensión aceptando la crítica en mayor o menor grado y esto tendrá una repercusión profunda sobre la eficiencia con la que cada comunidad consiga acercarse a la razón.

Platón hacía tanta autocrítica en sus diálogos que actualmente no hay un acuerdo sobre hasta qué punto asumía su propia teoría de las formas, sobre hasta qué punto era platónico. Esta debe ser la máxima en el ágora, nuestros amigos no sólo deben tolerar, sino fomentar nuestros esfuerzos por ayudarles a eliminar el error más allá de lo que ellos mismos han sido capaces.

Uno de los grandes logros de los filósofos clásicos fue conseguir mantener comunidades críticas y dinámicas. La secta pitagórica, a pesar de su respeto al maestro, terminó por convertirse en una extensa comunidad filosófica que, como veremos, alumbró uno de los avances intelectuales más extraordinarios logrados por la humanidad: la demostración matemática. Platón después de una visita a los pitagóricos,289 en 397 a. C., fundó la Academia, una institución dedicada al conocimiento en la que los estudiantes no pagaban. Aristóteles, tal vez molesto por no haber sido nombrado director de la Academia a la muerte del maestro, creó el Liceo en 335 a. C.. Epicuro reunía a su comunidad en el jardín de su casa y los estoicos se llaman así porque su comunidad se congregaba en la Stoa, una galería pública porticada. Tal vez la creación de estas comunidades críticas sea una de las aportaciones más importantes de la filosofía clásica. Una comunidad en la que se fomente la discusión racional avanzará en el camino al conocimiento, mientras que una en la que se respete al maestro o la tradición en exceso corre el riesgo de perderse en un complaciente sueño dogmático.

3.9 Recomendaciones racionales

Aunque no existe un algoritmo, una receta que podamos seguir paso por paso, para acercarnos al ideal racional, sí puede ser útil considerar algunas recomendaciones generales. Bertrand Russell elaboró una lista de diez mandamientos, Sagan en El mundo y sus demonios compuso un “kit escéptico” y Daniel Dennett en el muy recomendable Intuition Pumps And Other Tools for Thinking propuso algunas aproximaciones que pueden facilitarnos la comprensión de temas complejos.

En primer lugar, yo destacaría una recomendación de Sagan, no te enamores de tu hipótesis. La conclusión debe estar siempre supeditada al proceso de evaluación. Ya sabemos que es imposible no partir de un cierto conocimiento previo, pero hemos de intentar que nos sesgue lo mínimo posible. Si al comenzar un diálogo partimos de una conclusión a la que no estamos dispuestos a renunciar, incluso aunque las evidencias sean abundantes y claras, no estaremos razonando sino racionalizando. Son las evidencias y la lógica las que deben guiar el proceso y determinar la conclusión, no la conclusión la que sesgue las evidencias para defenderse de cualquier crítica. Sería ideal que todos los miembros de la comunidad respetasen este principio, aunque, por desgracia, sabemos que esto es difícil de conseguir. Sospecho que cuantos más miembros de la comunidad aspiren a dialogar racionalmente, más eficiente será el proceso de generación de conocimiento, pero no conozco ninguna receta, más allá de la educación, para conseguir mejorar esta proporción.

Además, creo que si deseamos participar en una comunidad racional tenemos la obligación de respetar a los demás haciéndoles perder la mínima cantidad de tiempo posible. De modo que antes de pedirles que nos regalen su atención hemos de esforzarnos por hacer los deberes. Tenemos que buscar problemas y limitaciones en nuestras asunciones de partida y en nuestros razonamientos antes de mostrárselos a los demás.

Por otro lado, si no eres un experto en el área, confía en el consenso de los expertos. Si todavía hay discusión entre ellos, si no han alcanzado el consenso, reserva el juicio, no apuestes por ninguna conclusión. Para ir en contra del juicio de los expertos debes tener excelentes razones e, incluso aunque las tengas. Para que tu criterio sea tan respetable como el de los expertos antes debes convertirte en uno de ellos, puesto que sería absurdo confiar en quien sabe menos. Es evidente que los expertos tendrán sus propios sesgos, pero también los tienes tú.

Antes de empezar a dialogar asegúrate de que entiendes cuáles son las cuestiones que se están tratando. Discutir sin establecer las premisas equivale a gritarse y posturear.290 Una vez que comprendas el problema, cuestiona si las premisas y las evidencias de las que partes están bien soportadas. En muchos casos nuestra frágil memoria puede confundirnos haciéndonos confiar en datos equivocados.

En el caso de que las hipótesis discutidas se refieran al mundo externo, pregúntate qué observarías en el caso de que tu hipótesis fuese correcta o en el contrario, si no hay diferencia recuerda que los positivistas se reirían de ti.

Otra recomendación general es que tus conclusiones deben respetar lo obvio y si no lo hacen, has de tener excelentes razones para rechazarlo. A pesar de que el movimiento terrestre es difícil de detectar, Galileo defendió con fiereza que la Tierra se movía, pero no defendió el absurdo de que sí podía observarse el movimiento sin dificultad. Si tu reflexión te lleva a concluir que la ciencia es igual de eficiente en generar conocimiento que el vudú, puede que no hayas entendido nada sobre el juego racional o puede que estés troleando, pero en cualquier caso no estás siendo racional.

A la hora de lidiar con las opiniones de los demás Russell, como John Stuart Mill, recomendó no intentar reprimir las opiniones contrarias puesto que te arriesgas a no aprender algo y, además, te expones a que cuando no detentes tú el poder sean las tuyas las reprimidas. Russell, además, añadió que no debes imponer tus argumentos simplemente por autoridad ya que esta es una victoria pírrica que te aleja de la racionalidad. Sin embargo, en un ágora racional hay que llegar mucho más allá, no sólo hay que tolerar, sino que debemos abrazar las posiciones racionales de los demás. Tanto Aristóteles como Sagan recomendaban estudiar todas las posiciones que pudiésemos encontrar sobre la cuestión estudiada. Este análisis es una herramienta fabulosa para evaluar, del modo más justo y racional posible, cualquier tema.291 Además, Mill nos instó a que invitásemos a nuestros rivales a buscar los fallos en nuestras tesis.292 Tenémos que recordar que el objetivo de una discusión racional no es ganarla sino aprender, ganar en conocimiento.293

Para aprovechar al máximo posible la oportunidad de aprendizaje que implica disponer de críticos intelectuales con opiniones dispares, no sólo debemos evaluar sus justificaciones con justicia, sino que tenemos que esforzarnos en juzgar sus posiciones del modo más caritativo posible. Para maximizar nuestras oportunidades de mejorar hemos de intentar aprender de los mejores argumentos de nuestro rival intelectual y no sólo de una versión pobre de los mismos. A esta aproximación en inglés se la denomina steel manning.

Una vez nos hemos esforzado por llegar a una conclusión que creemos defendible, podemos pasar a pedir la ayuda de nuestros compañeros cercanos. Lo que buscamos de ellos no es que nos den la razón para aumentar nuestra autoestima, sino que hagan una crítica racional de nuestra posición para ayudarnos a encontrar los fallos que nosotros no hemos podido detectar. Esto es algo que hacemos habitualmente en mi laboratorio, aunque, con el tiempo, me he dado cuenta de que fuera de este entorno esta actitud crítica no es bien recibida por muchas personas.

El entorno ideal estaría compuesto por críticos racionales opuestos a nuestra opinión, capaces de hacer las críticas más perspicaces partiendo de una posición distinta a la nuestra. Una práctica muy encomiable es tratar de escribir un artículo junto a tus mayores críticos para poder trabajar en un consenso. Esto es algo que en algunas ocasiones me ha funcionado muy bien, como el caso de la definición de Solanum lycopersicum var. cerasiforme.294 El grupo de Mathilde Causse sostenía que cerasiforme era un híbrido entre el tomate cultivado y el silvestre, mientras que nosotros habíamos encontrado evidencias de que era una forma semidomesticada antigua. Al analizar conjuntamente sus evidencias junto a las nuestras, llegamos al consenso de que el problema había sido que estábamos refiriéndonos a materiales que, en realidad, eran genéticamente diferentes, aunque morfológicamente fuesen muy similares. Sin embargo, en otros casos, este tipo de diálogos ha acabado como el rosario de la aurora. En mi experiencia, el éxito ha dependido de la disposición de los participantes a aceptar el proceso racional por encima de sus conclusiones previas.

Una vez que hayamos alcanzado una conclusión, lo más justificada posible, podemos publicarla para que la comunidad completa tenga la oportunidad de evaluarla.

A veces es posible que llegues a conclusiones impopulares, como que la Tierra se mueve o que la agricultura “ecológica” sólo tiene de ecológica la etiqueta. En estos casos Russell recomendaba, y Galileo habría estado de acuerdo, que si estas conclusiones están debidamente justificadas, la honestidad intelectual nos obliga a publicarlas, aunque nos expongamos a tener problemas. El pensador tiene la obligación, una vez ha hecho el esfuerzo de criticarse a sí mismo, de criticar a los demás. Si Galileo se hubiese callado, habría fallado en sus obligaciones morales.

Otra actitud impropia de la honestidad intelectual es publicar tus conclusiones evitando exponer las objeciones que has encontrado. Esto es algo, por desgracia, muy común en la comunidad científica actual, pero que debería indignarnos. Recordemos el ejemplo de la crítica de Platón a su propia teoría de las formas.295 Si lo que uno persigue es el conocimiento y no sólo la defensa de su propia posición reconocer tus debilidades es, por supuesto, la actitud adecuada. Hemos de tratar de recordar esto cuando leemos a los expertos. Si el defensor de la propuesta no incluye autocrítica alguna es posible que sea un pseudointelectual que esté intentando vendernos humo. Casi siempre hay objeciones y si el proponente no las ha encontrado es probable que sea un verdadero experto o un simple pseudointelectual.

Acabo de defender las comunidades racionales como método de progreso intelectual, pero debo hacer una puntualización importante; aunque toda crítica debe ser tolerada, sólo las racionales han de ser atendidas.

3.10 La filosofía es pensamiento sistemático

Definir qué es la filosofía es en sí misma una cuestión filosófica296 y, como en el caso de otros fenómenos complejos, no se ha llegado a un consenso absoluto. Hemos de tener en cuenta que la filosofía abarca resultados tan dispares como las novelas de Albert Camus, los tratados lógico-matemáticos de Russell y Whitehead o la metafísica de Heidegger, un filósofo que sostenía que el análisis de las cuestiones más fundamentales no debe estar sometido por completo a las reglas de la lógica297 y que, por lo tanto, bordeaba el discurso ininteligible.

Una vía de ataque al problema de la definición consiste en delimitar los temas que se enseñan actualmente en las facultades de filosofía: epistemología, metafísica, lógica, ética e, incluso, estética. Aunque esta aproximación, basada principalmente en ejemplos, tiene serias limitaciones. Este listado incluye áreas bastante inconexas como la lógica o la estética. Además, estoy seguro de que no todos los filósofos estarían de acuerdo con la lista de temas. Por ejemplo, muchos consideran que la lógica no es una parte de la filosofía, sino una herramienta imprescindible para cultivarla. Y lo que es peor, debemos recordar las críticas de Sócrates a las definiciones por enumeración: una lista no aclara cuáles son las características esenciales, las necesarias y suficientes.

Además, a lo largo de la historia, la filosofía ha ido alumbrando a disciplinas hijas que, al menos parcialmente, han ido separándose de ella. La física se independizó entre Galileo y Newton, la biología entre Linneo y Darwin, la psicología con William James, la economía con John Stuart Mill y más tarde lo hizo la sociología. Actualmente la ciencia cognitiva está en proceso de separación e, incluso, la metafísica parece estar siendo parcialmente naturalizada. A pesar de esto, es importante recordar que estos procesos de segregación nunca han sido completos y clara muestra de ello son las áreas cuyo nombre comienza por “filosofía de…”: filosofía de la física, filosofía de la biología, etc.

La filosofía no parece circunscribirse a un área concreta, no es un cuerpo doctrinal. Es una aproximación a la investigación y el conocimiento. Se caracteriza por su aspiración de hacer análisis sistemáticos y por incluir en estas investigaciones una reflexión sobre su propia actuación.298 Dicen que William James la describió como “un esfuerzo especialmente tozudo de pensar con claridad” y Bertrand Russell como una aproximación “inusualmente obstinada”. Este obstinado cuestionamiento puede llegar en ocasiones a parecer casi perverso; Russell cuestionó la justificación de que 1 + 1 fuesen 2.

Otro aspecto importante de la filosofía es el del análisis conceptual, el estudio de los términos y sus definiciones.299 Esto puede parecer paradójico, dado que los filósofos rara vez llegan a estar completamente satisfechos con una definición concreta. Tratan, más bien, de analizar hasta qué punto los conceptos son coherentes, de descubrir la complejidad subyacente en ellos300 o de analizar las consecuencias de definirlos de un modo u otro. El Sócrates platónico podría ser el ejemplo paradigmático de esta actitud, un filósofo interesado por clarificar el discurso mediante el análisis de los conceptos,301 pero que nunca quedó completamente satisfecho con ninguna definición. En muchas ocasiones el mero hecho de aclarar una cuestión puede ahorrarnos muchas respuestas confusas.

Por último, otro aspecto fundamental es el de la evaluación de cada una de las posiciones, de las fortalezas y limitaciones de cada uno de las tesis relativas a un problema concreto.302

Esta aproximación sistemática iniciada por los griegos clásicos contrasta con los mitos tradicionales que no tienen como objetivo crear conocimiento consistente.303 Los Mursi, una cultura actual, pero neolítica, viven a orillas del río Omo en Etiopía y poseen una agricultura rudimentaria. Los Mursi tienen un calendario basado en meses lunares. En cualquier año el primer mes lunar se corresponde con las lluvias, en el segundo se prepara la tierra de cultivo, en el tercero se siembra el sorgo del que dependen, en el quinto florece y en el sexto se cosecha. El año de los Mursi tiene 12 meses lunares, lo cual es extraño puesto que un año de 12 meses lunares sólo debería tener 336 días, de modo que las estaciones deberían ir variando año tras año, apareciendo en meses diferentes, tal y como sucede en el calendario musulmán. Sin embargo, esto no les sucede a los Mursi, que afirman que a pesar de que su calendario tiene 12 meses lunares la época de lluvias siempre coincide con el primer mes.

Los antropólogos, evidentemente, no entendían cómo podía ser esto y tras preguntar a los Mursi sobre el asunto acabaron averiguando que, a veces, entre el doceavo mes y el primero del nuevo año se intercala un periodo especial. El calendario de los Mursi, en realidad, es inexacto. Los Mursi discuten sobre si las migraciones de los animales se han retrasado este año o no, o incluso sobre si lo ha hecho el solsticio. Los Mursi no creen que el Sol siga un calendario anual fijo, piensan que se adelanta o se atrasa como puede hacerlo la floración del sorgo. Esta imprecisión les permite sincronizar su calendario lunar con los eventos que realmente les interesan, que son los ciclos biológicos que les rodean. Esta solución no habría satisfecho a un filósofo natural, que habría exigido consistencia o a un científico que, además, habría demandado medidas cuantitativas para ajustar el calendario, pero es una solución típica de las aproximaciones tradicionales.304

A los egipcios antiguos no les molestaba tener narraciones inconsistentes sobre un episodio mítico concreto,305 algo que tampoco parece preocupar excesivamente a las religiones abrahámicas, que en el Génesis relatan dos veces la creación de los seres humanos de forma distinta: en una, Adán y Eva son creados a la vez, tras la creación de las plantas y los animales (Génesis 1:11-27); y en otra dios crea primero a Adán, después crea a las plantas y a los animales y, finalmente, a Eva (Génesis 2:5-25). En las culturas arcaicas, fuera de la filosofía, la norma es aceptar el consenso comunitario sin preocuparse excesivamente por la consistencia.306 Las religiones y los mitos suelen contar historias atractivas. Para los seres humanos resulta natural transmitir información sobre el funcionamiento del mundo natural y de las reglas morales que deben regirnos contando cuentos y, además, estos relatos suelen proveer el fundamento de la identidad cultural. Por ejemplo, los griegos clásicos se identificaban como tales gracias a su lengua y a su respeto por las historias homéricas. Lo que no se les exige a estas historias es una coherencia absoluta y en esto difieren claramente de la filosofía. En muchos casos, las historias funcionan más sugiriendo que analizando cada detalle. Esta tolerancia por el pensamiento poco riguroso, sin embargo, no debe ser aceptada ni en la filosofía ni en la ciencia.

Aclarado, o no, el concepto de qué se entiende por filosofía queda por discutir sobre la relación entre filosofía y ciencia. En principio, filosofía y ciencia pertenecen a especializaciones muy diferenciadas, los filósofos estudian en sus facultades y los científicos en las suyas, por lo que podría parecer que ambas disciplinas tienen poca relación.

Sin embargo, históricamente, las ciencias han estado muy relacionadas con la filosofía, de hecho, se han ido desgajando de la filosofía a medida que han ido adquiriendo una aproximación eminentemente empírica.307 Esta separación, claro está, es un fenómeno reciente que habría resultado completamente ajena a Aristóteles o, incluso, a Newton, que se reconocía como filósofo natural.308 El término “científico” es el más utilizado hoy en día para referirse a los investigadores del mundo natural, pero es un término reciente, fue acuñado por William Whewell en el siglo XIX, y todavía en el mundo anglosajón a los científicos se les otorga el título de doctores en filosofía, Philosophiæ Doctor (Ph. D.).

Hemos defendido que la filosofía debe caracterizarse más por su aproximación sistemática que por la materia tratada. Por eso tienen cabida dentro de la filosofía áreas tan diferenciadas como la epistemología o la ética. Pero si aceptamos esto, tal vez, deberíamos considerar también las distintas disciplinas científicas como áreas filosóficas. Al fin y al cabo, la ciencia no es más que el análisis sistemático y empírico del mundo natural. Como acabamos de comentar, en el último par de siglos a medida que una disciplina se ha hecho más empírica se ha desgajado de la filosofía como una especialización merecedora de su propio espacio. Creo que esta emancipación es necesaria por motivos prácticos. El conjunto de conocimientos científicos y filosóficos es demasiado amplio y no podemos aspirar a formar comunidades que dominen todos los temas. Pero esta necesidad práctica no ha de hacerlos olvidar que las distintas ciencias, las matemáticas, la lógica y las diferentes áreas de la filosofía forman parte de una aproximación común: la generación de conocimiento riguroso. Cualquier filósofo o científico que olvida que estamos embarcados en una empresa común no sólo traiciona sus raíces, recordemos que Tales estudiaba el mundo natural, sino que se hace un flaco favor ya que estas disciplinas están todavía unidas por fuertes lazos que las fortalecen mutuamente.

Además, independientemente de dónde decidamos situar estas divisiones, no se puede hacer ciencia sin estar adoptando una posición filosófica concreta de la que debemos ser conscientes (algo que muchos científicos actuales parecen haber olvidado). Ni se debe hacer filosofía sin tener en cuenta las conclusiones científicas, algo que también es, por desgracia, bastante común. Un científico debe ser consciente de las fortalezas y de las limitaciones de la postura filosófica que está adoptando y, además, tiene que saber algo de filosofía, aunque sólo sea para defenderse de la mala filosofía porque, no nos equivoquemos, igual que el mundo está lleno de mala ciencia, la mala filosofía también crece como la mala hierba. Si tuviese que contar las veces que un pseudofilósofo relativista ha querido desmontar mis sólidas convicciones científicas diciéndome que no puedo estar seguro de que mi gata existe o de que las evidencias científicas están teñidas de teoría acabaríamos aburriéndonos todos mucho.

Por otro lado, un intelectual serio, cosa que los científicos deberían aspirar a ser, tendría que abstenerse de hacer propuestas en áreas que desconoce sin informarse antes. Muchas veces, me he encontrado con científicos que se hacen preguntas que la filosofía lleva sopesando milenios y que se atreven a contestarlas, con total seguridad, sin detenerse antes a leer antes ni un sólo libro que refleje las conclusiones de los expertos del área, es decir, de los filósofos. Es muy común que algún científico haga propuestas epistemológicas sin tener la más remota idea de que hace más de un siglo su tesis ya fue desechada por los expertos. Sorprendentemente, esos mismos científicos suelen molestarse cuando alguien se atreve a decir algo referente al mundo natural y demuestra tener sólo un conocimiento decimonónico sobre evolución o sobre la estructura de la materia.

Por último, existe una diferencia de matiz en las aproximaciones de los filósofos y de los científicos. Mientras que el científico puede que duerma satisfecho tras llegar a un modelo útil, independientemente de que sea completamente fiel a la realidad, el buen filósofo no descansará hasta dar con todos los problemas que pueda encontrar a la solución propuesta ya que su misión es encontrar las debilidades en el pensamiento. En una reunión con unos colegas en Barcelona discutíamos sobre la definición de las distintas variedades de tomate, un asunto con implicaciones comerciales, y nos dimos por satisfechos tras alcanzar una definición, que, aunque reconocíamos como deficiente, al menos era útil para el problema que nos había congregado. Sócrates, tal vez, nos habría insultado. Cuando él pedía definiciones su objetivo no era conformarse con una convención que sirviese para salir del paso, sino que pretendía explorar cómo se pensaba sobre el asunto para llegar a una mayor comprensión del mismo.309

3.11 Resumen

A lo largo del primer milenio antes de nuestra era, en las grandes civilizaciones de la antigüedad, apareció la filosofía. Esta nueva disciplina abordaba las mismas cuestiones que habían tratado de responder el pensamiento tradicional y las religiones: cómo funciona el mundo, cuál es nuestro papel en él y cómo debemos organizar nuestras vidas y sociedades. Lo que diferencia a las religiones de la filosofía no son las preguntas, sino la aproximación a las mismas. Los filósofos están obligados a tratar de ser lo más sistemáticos, lo más rigurosos posible. Los pensadores racionales deben justificar sus creencias y estas justificaciones han de ser sometidas al juicio y la crítica del ágora, de la comunidad racional. Además, el investigador racional se sabe limitado, sujeto a sesgos y falto de conocimientos, y, por lo tanto, busca activamente la crítica de la comunidad. Y, a su vez, esta crítica debe estar justificada, de modo que sirva para construir entre todos mejores respuestas y preguntas más precisas.

La racionalidad debe ser defendida tanto individual como comunitariamente, ya que el compromiso con la razón no es nuestra única inclinación. Somos mamíferos sociales y para nosotros suele ser más importante la lealtad que la razón. Esto nos obliga a que, en todo momento, debamos de resistir la tentación de limitar la crítica racional para mantener la armonía.

Los primeros filósofos occidentales estaban interesados, sobre todo, por entender el mundo natural. Asumieron que la naturaleza está ordenada, que se rige por leyes y trataron de analizar este orden mediante la reflexión racional. Hoy en día puede que Tales se sintiese más cómodo en una facultad de ciencias que en la de filosofía, pero esto no ha de extrañarnos. La relación entre ciencia y filosofía es estrecha. La ciencia nació como especialización de la aproximación filosófica, al fin y al cabo, no es más que el estudio sistemático del mundo externo. Además, no es posible hacer ciencia sin asumir unos postulados epistemológicos y metafísicos y el investigador haría bien en comprender su labor.


  1. Mosterín, La hélade: historia del pensamiento, página 11.↩︎

  2. Galef, Rationally Speaking,. Chris Fraser on "the Mohists, Ancient China’s Philosopher Warriors".↩︎

  3. Lu, A History of Chinese Science and Technology, location 549.↩︎

  4. Galef, Rationally Speaking,. Chris Fraser on "the Mohists, Ancient China’s Philosopher Warriors".↩︎

  5. Lu, A History of Chinese Science and Technology, 556.↩︎

  6. Lu, A History of Chinese Science and Technology, location 527.↩︎

  7. Ibid., location 527.↩︎

  8. Holloway, A Little History of Religion, página 84.↩︎

  9. Lu, A History of Chinese Science and Technology, location 894.↩︎

  10. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina 21.↩︎

  11. Mosterín, La hélade: historia del pensamiento, pagina 45.↩︎

  12. Lindberg, The Beginnings of Western Science the European Scientific Tradition in Philosophical, Religious, and Institutional Context, Prehistory to A.D. 1450, Second Edition, location 607.↩︎

  13. Kline, Mathematical Thought From Ancient to Modern Times, Volume I, location 755.↩︎

  14. Mosterín, La hélade: historia del pensamiento, pagina 48.↩︎

  15. “Eclipse of Thales.”↩︎

  16. Adamson, Classical Philosophy, location 199.↩︎

  17. Gottlieb, The Dream of Reason, location 118.↩︎

  18. Lindberg, The Beginnings of Western Science the European Scientific Tradition in Philosophical, Religious, and Institutional Context, Prehistory to A.D. 1450, Second Edition, location 593.↩︎

  19. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina 4.↩︎

  20. Mosterín, La hélade: historia del pensamiento, pagina 49.↩︎

  21. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina 17.↩︎

  22. Pigliucci, Nonsense on Stilts, location:3774.↩︎

  23. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina 19.↩︎

  24. Lindberg, The Beginnings of Western Science the European Scientific Tradition in Philosophical, Religious, and Institutional Context, Prehistory to A.D. 1450, Second Edition, location 595.↩︎

  25. Kline, Mathematical Thought From Ancient to Modern Times, Volume I, location 3127.↩︎

  26. Adamson, Philosophy in the Hellenistic and Roman Worlds, location 3752.↩︎

  27. Kenny, A New History of Western Philosophy, location 612.↩︎

  28. Ibid., location 612.↩︎

  29. Mosterín, La hélade: historia del pensamiento, pagina:124.↩︎

  30. Kenny, A New History of Western Philosophy, location 610.↩︎

  31. Carroll, The Big Picture, location:6894.↩︎

  32. Strogatz, Infinite Powers, location 134.↩︎

  33. Yudkowsky, Rationality, location 12437.↩︎

  34. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina 28.↩︎

  35. Mosterín, Aristóteles, pagina 364.↩︎

  36. Leroi, The Lagoon, location 405.↩︎

  37. Goldstein, Plato at the Googleplex, location 6774.↩︎

  38. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina:232.↩︎

  39. Ball, Curiosity, location 117.↩︎

  40. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina 116.↩︎

  41. Ibid., pagina 120.↩︎

  42. Ibid., pagina 146.↩︎

  43. Olson, Technology and Science in Ancient Civilizations, location:1464.↩︎

  44. Kenny, A New History of Western Philosophy, location 979.↩︎

  45. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina 124.↩︎

  46. Mosterín, La hélade: historia del pensamiento, pagina 66.↩︎

  47. Adamson, Classical Philosophy, location 2099.↩︎

  48. Adamson, Philosophy in the Hellenistic and Roman Worlds, location 1988.↩︎

  49. Silberman and Sacks, NeuroTribes, location 1597.↩︎

  50. Ibid., location 1639.↩︎

  51. Ibid., location 3258.↩︎

  52. Ibid., location 3389.↩︎

  53. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina 100.↩︎

  54. Adamson, Classical Philosophy, location:1930.↩︎

  55. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina:242.↩︎

  56. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina: 283.↩︎

  57. Adamson, Classical Philosophy, location 5367.↩︎

  58. Gottlieb, The Dream of Reason, location: 471.↩︎

  59. Adamson, Philosophy in the Hellenistic and Roman Worlds, location 4539.↩︎

  60. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina 30.↩︎

  61. Adamson, Classical Philosophy, location: 517.↩︎

  62. Lindberg, The Beginnings of Western Science the European Scientific Tradition in Philosophical, Religious, and Institutional Context, Prehistory to A.D. 1450, Second Edition, location 561.↩︎

  63. Leroi, The Lagoon, location:285.↩︎

  64. Mosterín, La hélade: historia del pensamiento, pagina:115.↩︎

  65. Adamson, Philosophy in the Hellenistic and Roman Worlds, location 1677.↩︎

  66. Mosterín, La hélade: historia del pensamiento, pagina:74.↩︎

  67. Adamson, Classical Philosophy, location:651.↩︎

  68. Ibid., location:1413.↩︎

  69. Lindberg, The Beginnings of Western Science the European Scientific Tradition in Philosophical, Religious, and Institutional Context, Prehistory to A.D. 1450, Second Edition, location:253.↩︎

  70. Pigliucci, Nonsense on Stilts, location:3777.↩︎

  71. Adamson, Classical Philosophy, location:266.↩︎

  72. Adamson, Classical Philosophy, location: 483.↩︎

  73. Gottlieb, The Dream of Reason, location:413.↩︎

  74. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina 418.↩︎

  75. Kline, Mathematical Thought From Ancient to Modern Times, Volume I, location 4433.↩︎

  76. Lindberg, The Beginnings of Western Science the European Scientific Tradition in Philosophical, Religious, and Institutional Context, Prehistory to A.D. 1450, Second Edition, location: 4310.↩︎

  77. Staley, An Introduction to the Philosophy of Science, location:2116.↩︎

  78. Lindberg, The Beginnings of Western Science the European Scientific Tradition in Philosophical, Religious, and Institutional Context, Prehistory to A.D. 1450, Second Edition, location:3504.↩︎

  79. Gottlieb, The Dream of Reason, location:404.↩︎

  80. Lindberg, The Beginnings of Western Science the European Scientific Tradition in Philosophical, Religious, and Institutional Context, Prehistory to A.D. 1450, Second Edition, location:3648.↩︎

  81. Wootton, The Invention of Science: location:7680.↩︎

  82. Lindberg, The Beginnings of Western Science the European Scientific Tradition in Philosophical, Religious, and Institutional Context, Prehistory to A.D. 1450, Second Edition, location:3653.↩︎

  83. Morris, Why The West Rules–For Now, location:5809.↩︎

  84. Gottlieb, The Dream of Reason, location:361.↩︎

  85. Pigliucci, Nonsense on Stilts, location:4075.↩︎

  86. Lindberg, The Beginnings of Western Science the European Scientific Tradition in Philosophical, Religious, and Institutional Context, Prehistory to A.D. 1450, Second Edition, location:3497.↩︎

  87. Mosterín, Los cristianos, pagina:400.↩︎

  88. Lindberg, The Beginnings of Western Science the European Scientific Tradition in Philosophical, Religious, and Institutional Context, Prehistory to A.D. 1450, Second Edition, location:2720.↩︎

  89. Kenny, A New History of Western Philosophy, location:5949.↩︎

  90. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina:361.↩︎

  91. Yudkowsky, Rationality, location: 302.↩︎

  92. Ibid., location:262.↩︎

  93. Shermer and Gould, Why People Believe Weird Things, location: 1532.↩︎

  94. Ibid., location: 5637.↩︎

  95. Ibid., location: 5631.↩︎

  96. Ibid., location:5519.↩︎

  97. Feynman and Dyson, The Pleasure of Finding Things Out, location 3073.↩︎

  98. Ibid., location 3690.↩︎

  99. Kenny, A New History of Western Philosophy, location:1192.↩︎

  100. Gottlieb, The Dream of Reason, location:2497.↩︎

  101. Ibid., pagina:119.↩︎

  102. Nekrašas, The Positive Mind, location:2006.↩︎

  103. Adamson, Classical Philosophy, location:2374.↩︎

  104. Blanca et al., “Genomic Variation in Tomato, from Wild Ancestors to Contemporary Breeding Accessions.”↩︎

  105. Adamson, Classical Philosophy, location:2120.↩︎

  106. Ibid., location:129.↩︎

  107. Nekrašas, The Positive Mind, location:4213.↩︎

  108. Gottlieb, The Dream of Reason, página: 1.↩︎

  109. Massimo Pigliucci, The Nature of Philosophy, location: 1476.↩︎

  110. Ibid., location:783.↩︎

  111. Nekrašas, The Positive Mind, location:3118.↩︎

  112. Massimo Pigliucci, The Nature of Philosophy, location:755.↩︎

  113. Mosterín, El pensamiento arcaico, pagina 122.↩︎

  114. Ibid.↩︎

  115. Ibid., pagina: 208.↩︎

  116. Lindberg, The Beginnings of Western Science the European Scientific Tradition in Philosophical, Religious, and Institutional Context, Prehistory to A.D. 1450, Second Edition, location 339.↩︎

  117. Massimo Pigliucci, The Nature of Philosophy, location: 1476.↩︎

  118. Gottlieb, The Dream of Reason, location 34.↩︎

  119. Pigliucci and Boudry, Philosophy of Pseudoscience, location 82.↩︎