8 La modernidad

En la Época Moderna el estudio del mundo natural comenzó a abordarse con una nueva actitud que terminó por alumbrar a la ciencia moderna. Esta fue la época de los grandes descubrimientos geográficos, de la imprenta y de las guerras religiosas. Fue, además, el tiempo en el que el zeitgeist, el clima intelectual de la época, pasó de estar centrado en la reflexión sobre el pasado clásico a la confianza en que podía generarse nuevo conocimiento y en que esta mejora intelectual nos haría progresar socialmente.

El nacimiento de la ciencia y la modernidad están íntimamente entrelazados. En este capítulo trataré de dar unas pinceladas sobre el contexto histórico, los eventos, los avances tecnológicos y las actitudes que impulsaron el nacimiento de la ciencia moderna. Además, como veremos posteriormente, los incipientes éxitos de esta actitud científica influyeron, a su vez, en la sociedad, ya que fueron parte de la inspiración del movimiento ilustrado.

Gentes de muy distintas épocas se han definido a sí mismas como “modernas” por lo que este término ha acabado siendo un tanto ambiguo. En su origen, la palabra, simplemente, significaba contemporáneo y se derivó del adverbio latino modo, que significa: hace un momento, recientemente. Sin embargo, desde que este calificativo se acuñó en la Edad Moderna, somos muchos los que nos hemos sentido inspirados por similares ideas progresistas y lo hemos hecho nuestro.

Dado que las épocas no se inician con una ceremonia oficial como los Juegos Olímpicos, el inicio y el final de cualquier época histórica siempre será un tanto convencional. Sin embargo, no es descabellado asociar la Época Moderna con el periodo comprendido entre la caída de Constantinopla en 1453 o el descubrimiento de América en 1492 y el inicio de las revoluciones americana (1775) y francesa (1789). Son figuras de esta época Leonardo da Vinci (1452-1519), Cervantes (1547-1616), J. S. Bach (1685-1750) y Mozart (1756-1791). El comienzo de la modernidad es especialmente difícil de situar dado que está asociado al Renacimiento, un movimiento cultural que se dio a caballo entre el final de la Edad Media y el comienzo de la Moderna.

8.1 La era de los descubrimientos

A finales de la Edad Media, pasada la crisis del siglo XIV asociada a la peste negra, la población europea se encontraba en plena recuperación, el comercio estaba aumentando, especialmente en el Mediterráneo, y la burguesía, impulsada por un capitalismo emergente, se hacía cada vez más relevante.

Muchos renacentistas creían que la forma de aumentar el conocimiento era rescatar el legado perdido de la antigüedad y, dado todo lo que se había perdido tras la caída del Imperio Romano de Occidente, el esfuerzo tenía sentido.617

El inicio de la modernidad le debe tanto a estos humanistas como a los navegantes de la época que, espoleados por el comercio y las ansias coloniales, no se conformaron con el mundo antiguo y acometieron un enorme programa de exploración y descubrimiento geográfico. Los portugueses, por ejemplo, fueron estableciendo a lo largo del siglo XV asentamientos en Madeira, las Azores y Cabo Verde y terminaron por alcanzar el Cabo de Buena Esperanza, el sur de África, en 1487 y por navegar el océano Índico entre 1497 y 1499. Colón descubrió América en 1492 y la expedición de Magallanes completó la primera vuelta al mundo en 1522. A los modernos no les quedó ninguna duda de que había nuevos mundos por descubrir.

La propia palabra, descubrimiento, se acuñó en esta época. Los griegos habían utilizado palabras relacionadas con eureka, que significa descubrimiento o invención, pero en latín nadie había hecho uso de un concepto análogo.618 El término portugués descobrir, utilizado ya en 1484 con el sentido de explorar, comenzó a popularizarse en Europa con la publicación, a partir de 1500, de las cartas en las que Américo Vespucio relataba el descubrimiento del Nuevo Mundo. Y este no fue el único nuevo término: veremos que esta época también se acuñaron los términos hecho, evidencia, hipótesis y teoría.619 Estas palabras reflejan una nueva forma de pensar sobre nuestra relación con el mundo, una forma que es la nuestra actual. Si a algún lector le quedan dudas al respecto, le reto a volver a vivir en un mundo sin evidencias ni teorías.

8.2 Coleccionistas y magia natural

Otra corriente relacionada con la incipiente ciencia moderna fue la de los virtuosi y la magia natural. En una comunidad acostumbrada a ser deslumbrada continuamente por los nuevos descubrimientos de ultramar no es de extrañar que apareciesen coleccionistas compulsivos, denominados en el mundo anglosajón virtuosi, que crearon enormes colecciones privadas en las que trataban de acaparar el torrente de maravillas que llegaba continuamente a los puertos.

A estos coleccionistas, como a otros intelectuales de la época, les habría extrañado separar la ciencia de la magia natural, ya que parecía esperable que entre tanto nuevo descubrimiento se escondiesen numerosos secretos mágicos.620 Ni Francis Bacon (1561-1626), el filósofo moderno apóstol de la ciencia, ni el gran Isaac Newton (1643-1727) tenían dudas sobre la existencia de lo oculto, y no eran los únicos: muchos de los miembros de las nuevas sociedades científicas tampoco distinguían entre las enseñanzas sobre los planos inclinados de Galileo y la alquimia de Paracelso (1493-1541). Al lector interesado en estos aspectos le recomiendo el libro del químico y periodista científico Philip Ball: Curiosity: How Science Became Interested in Everything.

8.3 Artesanos y marineros

La burguesía de la época demandaba de los artesanos conocimiento funcional,621 avances técnicos, como, por ejemplo, brújulas, catalejos o mejores barcos, y estaba dispuesta a pagar por él. Esto incentivó tanto la mejora de los métodos empleados en los talleres como los resultados obtenidos. Por ejemplo, fueron los artesanos los que, sin un conocimiento extenso de las leyes de la óptica, inventaron el catalejo y el microscopio.622 A esto hay que añadir la importación de varias tecnologías desarrolladas en China: la brújula, la pólvora, el papel y la imprenta, avances que contribuyeron a cambiar Europa para siempre.

Además, este mundo tecnológico empezó a relacionarse con el de la filosofía natural. Muestra de ello es que Galileo, el filósofo natural por excelencia, no sólo creó el telescopio mejorando el catalejo, sino que desarrolló otras tecnologías, como la pantómetra, una especie de regla de cálculo con forma de compás, y escribió libros de ingeniería militar en los que se trataba la cuestión de las fortificaciones militares en la era de la pólvora. Recordemos que esto ya había sucedido antes. En Alejandría una interacción similar entre los artesanos y los filósofos naturales, en aquel caso sufragada por el estado, también fue un factor clave en el florecimiento del estudio del mundo natural.

Hoy en día puede parecernos normal que el mundo de la ciencia y la tecnología interaccionen, pero en aquel tiempo esto no era tan habitual. Hay que tener en cuenta que los universitarios y los teólogos pertenecían a un mundo intelectual completamente alejado del de los artesanos. Ambos colectivos estaban interesados por resolver problemas completamente diferentes y mientras los primeros escribían en latín, los segundos no tenían por qué tener educación formal alguna y sólo entendían el idioma vernáculo de su región. Una muestra de la modernidad de Galileo y de su distancia del mundo universitario es su decisión de escribir en italiano.

8.4 Ratas de biblioteca

Durante el renacimiento se hizo un gran esfuerzo de búsqueda y traducción de los textos clásicos. Los humanistas, los estudiosos de las humanidades, ansiaban recuperar la excelencia clásica y para ello se enfrascaron en una inmensa labor de recuperación de los antiguos textos paganos.623

Los estudiosos medievales solían considerar el texto como la principal fuente de conocimiento. No es casual que el judaísmo, el cristianismo y el islam, las religiones del libro, otorgasen la autoridad suprema a un libro sagrado.624 Para el investigador medieval la forma principal de estudiar un fenómeno consistía en recopilar y comentar textos respetados como: la Biblia, los escritos de los teólogos padres y doctores de la Iglesia, así como los recuperados de los autores griegos y romanos.625 Se asumía que los autores antiguos ya habían averiguado todo lo que podía conocerse y, por lo tanto, para aprender sobre cualquier tema, bastaba con estudiar sus textos. La observación y el experimento eran, por lo tanto, innecesarios.

Además, recordemos que Aristóteles había recomendado sostener el conocimiento sobre sólidas bases deductivas y esto contribuyó a que sus admiradores escolásticos otorgasen la primacía en el estudio de la naturaleza a la lógica frente a la observación;626 lo que acabó teniendo el efecto paradójico de convertir a Aristóteles, un claro defensor del empirismo, en el paradigma de la discusión de sillón. Anthony Ashley Cooper, el 3er conde de Shaftesbury, un político y filósofo inglés del XVII afirmó que el Aristóteles medieval no era más que un fantasma del Aristóteles de la antigüedad.627 Y este fue el fantasma al que Galileo y el resto de filósofos naturales modernos convirtieron en la figura a batir. Federico Cesi, uno de los fundadores de la Academia de los Linces, el hogar intelectual de Galileo, escribió que la labor de la modernidad era destruir las principales doctrinas dominantes, es decir, las doctrinas aristotélicas.

La aproximación de Galileo y sus colegas al estudio de la naturaleza contrastaba fuertemente con la de los escolásticos medievales. Para los modernos, el conocimiento debía buscarse mediante la observación del mundo, no en textos polvorientos. Lo cual no era contradictorio con que, a la vez, Galileo se reconociese como discípulo de Aristóteles y Arquímedes.

Los descubrimientos geográficos tuvieron una cierta influencia en el establecimiento de esta nueva actitud decididamente empírica. El 18 de marzo de 1523 el humanista italiano Pietro Pomponazzi explicó en la universidad de Padua que Aristóteles y su comentarista medieval Averróes negaban la posibilidad que pudiese haber vida en las antípodas. Según estos autores al viajar hacia el sur de Europa las temperaturas aumentan y de esto inferían que se habría una latitud en la que las temperaturas serían incompatibles con la vida. Pero Pomponazzi añadió que esta antigua disputa académica había quedado resuelta por una carta que le había enviado un amigo que había navegado los mares de sur y que había observado no sólo islas habitables, sino habitadas.628 El método utilizado por Pomponazzi para zanjar la disputa es típicamente moderno.

La propia existencia de América cuestionó severamente la autoridad de unos textos antiguos que no habían anticipado la existencia de un continente entero. Galileo resumió esta nueva aproximación al afirmar que mil Demóstenes y mil Aristóteles podían ser desplazados por un sólo observador de la naturaleza.629

Este rechazo moderno a los sistemas filosóficos medievales también tuvo algunas consecuencias negativas. El estudio de la lógica pasó a un segundo plano y no volvió a haber lógicos relevantes hasta Leibniz, un contemporáneo de Newton.630

Otra de las instituciones atacadas por los investigadores modernos fueron las universidades. Recordemos que el calificativo “escolástico”, que terminó por convertirse en un insulto que hacía referencia a los tortuosos razonamientos medievales,631 surgió originalmente como referencia a las escuelas, a las universidades medievales. Mientras la revolución científica se desarrollaba en los recién creados laboratorios y en las academias se reunían los nuevos filósofos naturales, las universidades siguieron ancladas en el pasado. El núcleo del currículum universitario lo constituía el Aristóteles medieval y la filosofía seguía enseñándose comentando sus textos. Muchos de los grandes matemáticos y filósofos modernos, como, por ejemplo, Pascal, Fermat, Descartes, Huygens y Leibniz, nunca dieron clases en la universidad y, aunque Kepler y Galileo sí lo hicieron, su trabajo innovador lo hicieron fuera de ella.632 Mientras el sistema metafísico escolástico fue destruido en el siglo XVII, en las universidades sobrevivió hasta bien entrado el siglo XVIII.633 Thomas Hobbes (1588-1679), un filósofo moderno fundamental, se refirió a las universidades como “el reino de la oscuridad”.

8.5 Escépticos y protestantes

El esfuerzo humanista no sólo rescató textos aristotélicos, sino muchos otros libros clásicos, entre los que se encontraban los de los escépticos helenísticos y las recién recuperadas palabras de Sexto Empírico y Diógenes Laercio resonaron con fuerza en un mundo moderno dispuesto a cuestionar las certezas teológicas medievales. No es casual que para Descartes, el filósofo moderno por antonomasia, la duda radical se convirtiese en una herramienta filosófica.

Sexto se publicó en latín a mediados del siglo XVI634 y sus dudas sobre la fiabilidad de la percepción y el conocimiento inspiraron a autores como Michel de Montaigne que se enfrentaban a un mundo sorprendido continuamente por descubrimientos de lugares ignotos y nuevas culturas. Estas novedades cuestionaban las convicciones de la sociedad europea. Por ejemplo, Montaigne se preguntó en un ensayo qué costumbres eran más bárbaras, las de los caníbales de ultramar, que él había observado en una exhibición en 1561, o las de los civilizados europeos que quemaban vivos a los herejes y que permitían enormes desigualdades sociales.635

Esta actitud escéptica fue abrazada por los investigadores modernos que la utilizaron tanto para atacar las viejas ideas aristotélicas como para cuestionar sus propias hipótesis. Montaigne comentó que puesto que las enseñanzas del gran Ptolomeo, a pesar de haber funcionado durante más de mil años, habían resultado ser erróneas, ahora deberíamos dudar de las propuestas de los astrónomos modernos.636 Francisco Sánchez (1551-1623), un médico y escéptico de padre español, madre portuguesa y afincado en Francia, recomendó en su tratado Que nada se sabe ser cauto, observar y admitir que nuestras conclusiones nunca podrán ser definitivas. Una aproximación que Sánchez resumió acuñando un nuevo término: método científico.637

Incluso los fundamentalistas religiosos contribuyeron al resurgimiento del escepticismo. En 1517 Lutero inició la Reforma protestante con sus noventa y cinco tesis. Lutero era la antítesis de Galileo, no era un empirista, sino un fundamentalista,638 pero al cuestionar la autoridad del Papa y la corrupción de la Iglesia católica, se convirtió en el ejemplo ideal tanto de los nuevos escépticos como de multitud de fanáticos religiosos. Además, las atroces guerras religiosas, causadas por el cisma entre protestantes y católicos, que asolaron Europa al inicio de la Época Moderna, terminaron por convencer a los modernos de que la teología, la autoridad académica y el poder político debían separarse. Durante la guerra de los treinta años, en la que intervinieron la mayor parte de las grandes potencias europeas, y que, al menos en parte, tuvo motivaciones religiosas, murió un tercio de la población centroeuropea.639 Suele pensarse en la Edad Media como en una época caracterizada por el fanatismo religioso, pero los debates teológicos medievales acostumbraban a ser mucho más equilibrados y racionales que los propiciados por Lutero y compañía.640

8.6 La imprenta

Otro factor sin el cual sería difícil entender la modernidad es el de la invención y popularización de la imprenta de tipos móviles. A los que hemos vivido la irrupción de internet, no ha de extrañarnos que la popularización de una tecnología que revolucionó las comunicaciones tuviese una profunda influencia social y cultural.

Gutenberg inició, en 1454, lo que podríamos llamar la Edad de la Imprenta publicando una Biblia. A partir de ese momento la producción de los libros comenzó a abaratarse. Copiar un volumen manualmente era tan caro que durante la Edad Media los libros llegaban a encadenarse a las estanterías. Esto cambió paulatinamente durante los siglos XVI y XVII. En el XV se copiaron unos 5 millones de manuscritos,641 mientras que en 1500 ya había entre 200 y 300 imprentas en Europa que produjeron unos 10 millones de ejemplares,642 que pronto quedaron eclipsados por los 200 millones del XVI, los 500 del XVII y los 1000 del XVIII.643

Sin imprenta la acumulación de conocimientos que caracterizó el progreso de la revolución científica habría sido difícil de conseguir. Para que cada generación construya sobre el legado de la que le precede se requiere un modo fidedigno y económico de transmitir la información,644 por lo que la nueva capacidad de difundir el conocimiento constituyó un factor clave de la revolución científica.645 Gilbert, uno de los más importantes experimentalistas de la revolución científica, comenzó su libro más influyente haciendo una revisión del océano de libros que, según él, tenía a su disposición.646

Del mismo modo, sería difícil imaginar la Reforma fundamentalista protestante sin la impresión de las biblias baratas. Hasta ese momento pocos habían tenido acceso a leer el libro, por lo que su interpretación había sido fácil de controlar por parte de la Iglesia, la única institución capaz de producir las pocas copias disponibles durante la Edad Media.

8.7 Revolución artística

Asociados a estos cambios sociales y culturales también llegaron profundos cambios artísticos caracterizados por una representación del mundo externo mucho más fiel que la presente en el arte medieval, que se había centrado más en la transmisión de las ideas que en el realismo.

Una de las claves de estos cambios fue el desarrollo de la pintura en perspectiva. Aunque todavía se conservan algunos mosaicos y frescos helenísticos y romanos que hacían uso de la perspectiva, los trabajos sobre escenografía que describían la técnica se habían perdido647 y el mundo moderno hubo de redescubrir la técnica. Esta tarea fue llevada a cabo, en paralelo, por los artistas y artesanos flamencos de la ars nova y por los artistas y matemáticos de la península itálica.

Filippo Brunelleschi, el arquitecto de la cúpula de la catedral de Florencia, mostró a principios del siglo XV como utilizar la geometría para dibujar algunos edificios. Aprovechando estos avances el renacentista Masaccio pintó figuras, edificios y paisajes tridimensionales, como el fresco de la Trinidad de la iglesia de Santa María Novella de Florencia, y en 1436 el arquitecto, matemático y poeta Leon Battista Alberti publicó la primera obra teórica sobre la cuestión: De Pictura. Ésta fue seguida, décadas después, por varios libros matemáticos escritos por el gran pintor del Quattrocento Piero della Francesca y por las obras del matemático y pintor alemán Alberto Durero. Fue Durero quien en 1515 publicó junto al cartógrafo Johannes Stabius la primera imagen de un globo terrestre dibujado en perspectiva. Por cierto, haríamos bien en esforzarnos por aprender algo sobre el hecho de que estos grandes personajes fuesen a la vez artistas y matemáticos.

La unión de estos avances en la perspectiva y la fidelidad otorgada por la imprenta hizo posible la creación de nuevas obras anatómicas capaces de transmitir el conocimiento del cuerpo humano como nadie antes había podido imaginar. La más celebrada de estas obras fue el De humani corporis fabrica (De la estructura del cuerpo humano) de Andrés Vesalio. Las ilustraciones se habían utilizado anteriormente en los libros, pero en la cultura de los manuscritos resultaban poco útiles puesto que para los copistas era imposible reproducirlas con fidelidad.648 Sin embargo, los grabados producidos por los artistas de los talleres de Tiziano para Vesalio revolucionaron el conocimiento anatómico. Posiblemente sea esta obra, más que ninguna otra, la que haga más patente la supremacía de la observación frente al texto. Vesalio corrigió numerosos errores del texto de referencia medieval, el escrito en el siglo segundo por el griego Galeno, y lo hizo mostrando imágenes.649

8.8 Revolución científica

La revolución científica fue, por supuesto, otra de las claves de la modernidad. Entre mediados del XVI y del XVII la filosofía natural, el modo de estudiar el mundo, cambió radicalmente.650 Estas fechas son, hasta cierto punto, también fruto de la convención, pero como hito inicial se puede citar la publicación en 1543 de las obras de Copérnico y de Vesalio, mientras que la culminación suele situarse en el trabajo de Newton.

En la historiografía actual se ha discutido mucho la conveniencia de denominar revolución a un fenómeno que abarcó más de un siglo y que se dio lejos del caos de los campos de batalla y las sublevaciones populares, pero si comparamos la forma de investigar de los filósofos naturales medievales con la de los científicos posteriores a Newton es necesario reconocer que el cambio fue radical. Un cambio del que, además, los propios modernos eran perfectamente conscientes651 y al que le debemos nuestra ciencia actual, que se asienta por completo en las fundaciones establecidas por la ciencia moderna.


  1. Ladyman, Understanding Philosophy of Science, página 14.↩︎

  2. Wootton, The Invention of Science, location:1398.↩︎

  3. Wootton, The Invention of Science, location: 7066.↩︎

  4. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina:431.↩︎

  5. Nekrašas, The Positive Mind, location:366.↩︎

  6. Kline, Mathematical Thought From Ancient to Modern Times, Volume I, location:4824.↩︎

  7. Kenny, A New History of Western Philosophy, location:11374.↩︎

  8. Ibid., location:14128.↩︎

  9. Pagden, The Enlightenment, location:698.↩︎

  10. Wootton, The Invention of Science, location:5652.↩︎

  11. Pagden, The Enlightenment, location:1533.↩︎

  12. Ibid., location:839.↩︎

  13. Ibid., location:847.↩︎

  14. Kenny, A New History of Western Philosophy, location: 11356.↩︎

  15. Pagden, The Enlightenment, location: 666.↩︎

  16. Kline, Mathematical Thought from Ancient to Modern Times, location:333.↩︎

  17. Pagden, The Enlightenment, location:692.↩︎

  18. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina:442.↩︎

  19. Gottlieb, The Dream of Enlightenment, location:1177.↩︎

  20. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina:440.↩︎

  21. Ibid., pagina:443.↩︎

  22. Pagden, The Enlightenment, location:742.↩︎

  23. Ibid., location:760.↩︎

  24. Kenny, A New History of Western Philosophy, location:11462.↩︎

  25. Wootton, The Invention of Science, location:5395.↩︎

  26. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina: 438.↩︎

  27. Buringh and Zanden, “Charting the ‘Rise of the West’.”↩︎

  28. Wootton, The Invention of Science, location:6062.↩︎

  29. Ibid., location:3575.↩︎

  30. Ibid., location:5844.↩︎

  31. Russo and Levy, The Forgotten Revolution, location:58.↩︎

  32. Wootton, The Invention of Science, location:3359.↩︎

  33. Ibid., location:3364.↩︎

  34. Godfrey-Smith, Theory and Reality, location:261.↩︎

  35. Wootton, The Invention of Science, location:4355.↩︎