5 Metafísicos

5.1 El estudio de lo que es

Los filósofos clásicos no se limitaron a desarrollar un conjunto de herramientas con las que pensar racionalmente, sino que, como era de esperar, las utilizaron para estudiar el cosmos.

Concretamente, uno de sus temas favoritos fue la metafísica. Esto puede sonar a oídos del no iniciado como algo abstruso, pero, en realidad, el objetivo de la metafísica es muy pedestre. Cuando decimos que hay un gato sobre la mesa estamos haciendo una afirmación metafísica, estamos asumiendo que existen dos entidades en el mundo externo a nuestra mente: el gato y la mesa, y de eso, precisamente, va el asunto. La metafísica no es más que el estudio de lo que es.401 Al afirmar que creemos que las mesas y los gatos tienen una existencia real estamos defendiendo una posición metafísica sobre lo que existe en el mundo externo. Si esto te parece algo muy elemental es porque realmente lo es. Aristóteles lo consideró tan básico que lo denominó primera filosofía. El nombre de metafísica se lo darían posteriormente quienes recopilaron los escritos aristotélicos y decidieron colocar los relativos a esta primera filosofía después de los que trataban sobre la física, por lo que acabaron más allá (meta) de la física.

Otro término muy relacionado con el anterior es “ontología”. W. V. O. Quine dijo que el problema ontológico era muy simple y que se podía resumir con la pregunta “¿Qué hay?”. Una ontología es el conjunto de entidades que existen en el mundo. Por ejemplo, forman parte de mi ontología, mi gata, la mesa sobre la que escribo, etc. Ontología deriva del verbo einai que significa ser o existir.402

Se puede considerar que Parménides, el maestro de Zenón, el de las paradojas, fue el primer metafísico, el primero en interesarse por estudiar lo que existe realmente403 y su conclusión fue que lo que realmente existe es homogéneo, inmóvil y perfecto y que, por lo tanto, el cambio que observamos en el mundo no ocurre en un nivel fundamental. Parménides no consideraría que mi gata, a pesar de que procura no moverse más que lo imprescindible, tiene una realidad última.

Los metafísicos a lo largo de la historia han tendido a hacer planteamientos bastante peculiares sobre lo que realmente existe en el mundo. La metafísica es una parte de la filosofía incluso más controvertida que la epistemología.404 Aristóteles pensaba que los gatos individuales tenían una existencia fundamental, mientras que la teoría platónica de las formas planteaba que es la gatunidad, la esencia de lo gatuno, la que realmente es fundamental. Muchos físicos actuales dirían que lo que existe a nivel fundamental realmente son campos cuánticos y, a lo largo de la historia, ha habido discusiones sobre la existencia de diversos dioses o sobre la existencia del alma como un ente separado de lo físico.

Como acabamos de comentar los primeros metafísicos ya plantearon que lo que observamos no es la realidad última. Demócrito, siguiendo con la tradición, pensó que el mundo estaba compuesto por átomos, y que, por lo tanto, nuestros ojos no nos muestran la realidad.

El problema que se plantearon los pensadores clásicos fue cómo obtener ese conocimiento sobre entidades que no eran observables directamente. Dado que nuestros sentidos no son capaces de mostrarnos la realidad fundamental muchos pensaron que la única herramienta adecuada era la razón. Parménides y Zenón, por ejemplo, actuaban de este modo, confiaban más en la razón que en sus sentidos405 e intentaban justificar sus conclusiones mediante especulaciones racionales. Los atomistas tampoco se preocuparon por ver ningún átomo, llegaron a ellos mediante un análisis racional.406 De hecho, no hemos podido observar átomos directamente hasta finales del siglo XX. Demócrito llegó incluso a afirmar que existían dos tipos de conocimiento: el bastardo ofrecido por nuestros sentidos y el profundo y real que sólo era alcanzable mediante la razón.407 Los pitagóricos también tenían ideas parecidas, asociaban los sentidos a la mortalidad, a lo pasajero, mientras que la razón sería capaz de acercarnos a las ideas realmente trascendentes.408 Esta es una conclusión que Platón, como buen pitagórico, también compartiría.409

Los filósofos naturales de la Edad Moderna y los científicos actuales también piensan que es fundamental utilizar la razón para estudiar el funcionamiento del cosmos, al fin y al cabo, es habitual que la ciencia contradiga nuestras percepciones: la Tierra se mueve y los objetos están compuestos por moléculas y átomos. Sin embargo, la actitud de Parménides, Demócrito y muchos otros filósofos clásicos y medievales, e incluso de los racionalistas de la Edad Moderna, iba más allá; su desconfianza de los bastardos sentidos les llevaba a basar sus conclusiones en la mera especulación intelectual. No se planteaban hacer observaciones sistemáticas ni, mucho menos, experimentos. Aunque es cierto que no todos rechazaron tan radicalmente sus sentidos. Aristóteles, por ejemplo, fue empirista.

5.2 Metafísica matemática

El programa metafísico pitagórico acabó siendo especialmente relevante a lo largo de la historia de la ciencia. La fascinación pitagórica por los números parece tener su origen en un fenómeno que ellos descubrieron y que relaciona las matemáticas con la armonía. Hay notas musicales que al sonar a la vez producen un sonido armónico y otras que suenan disonantes. Los pitagóricos se dieron cuenta, probablemente estudiando la lira, de que estas armonías tenían una relación muy estrecha con la longitud de las cuerdas. Hay intervalos musicales, diferencias en frecuencia entre dos notas, que suenan especialmente armónicos, por ejemplo, los que los músicos denominan una cuarta y una quinta justas. Y los pitagóricos observaron que dos cuerdas producían notas armónicas cuando sus longitudes tenían una relación de, por ejemplo, cuatro tercios o de tres medios.410 Es decir, que dos sonidos son armónicos cuando son producidos por cuerdas cuyas longitudes tienen como relación un número racional sencillo.

Esta relación entre la armonía musical y los números racionales hizo pensar a los pitagóricos que las matemáticas debían de ser la clave para entender la estructura y el orden del universo.411 Es posible que debamos a esta convicción el extraordinario desarrollo matemático de los pitagóricos y de sus herederos intelectuales. Platón visitó las comunidades pitagóricas de la Magna Grecia, localizadas en el sur de la península itálica, y quedó profundamente influido por ellas y fue Platón quien más hizo por popularizar la idea de que la realidad física sólo puede ser comprendida mediante las matemáticas. De hecho, su demiurgo, el creador de nuestro mundo material, se convirtió en un geómetra divino.412 El programa platónico consistió en trasladar la metodología deductiva de las matemáticas para tratar de conseguir conocimiento seguro.

Esta idea de que las matemáticas son fundamentales para estudiar el cosmos tampoco le es ajena a ningún físico actual. Aunque, en realidad, hay diferencias importantes entre las ideas pitagóricas y las de la mayoría de los científicos contemporáneos. Mientras que para estos últimos las matemáticas son una herramienta para el estudio de la realidad física, parece que para los pitagóricos los números constituían la realidad última metafísica. El cosmos era número, no materia.413

En cualquier caso, el programa pitagórico ha seguido resonando a lo largo de la historia. Kepler intentó cuadrar las observaciones planetarias con una supuesta armonía celeste.414 Más recientemente, Heisenberg dijo que la física había dado la razón a Platón y que la realidad fundamental está constituida por formas platónicas que pueden ser expresadas solamente mediante lenguaje matemático.415 Estas afirmaciones pueden sonar exageradas, pero las matemáticas parecen tener un poder casi inaudito de desvelar las relaciones más profundas del mundo físico. A partir del estudio matemático de la electricidad y el magnetismo, Maxwell fue capaz de obtener fórmulas que describían la luz. Las matemáticas habían relacionado los imanes con los arcoíris, algo que resulta bastante inesperado. Y este no fue el único caso en el que de la aplicación de las matemáticas a la física surgieron resultados imprevistos.

Emmy Noether fue una de las principales mentes matemáticas del siglo XX y, sin embargo, uno de sus muchos logros consistió en deducir que las simetrías que pudiera contener la expresión matemática de una teoría física se corresponden con cantidades conservadas en el mundo natural, como, por ejemplo, la energía o la masa. Es decir, no es necesario comprobar experimentalmente que la energía se conserva: hoy en día sabemos, gracias al teorema de Noether que cualquier teoría física que respete el principio de que la física no varía a lo largo del tiempo, de que un experimento hecho hoy dará el mismo resultado que uno que hagamos mañana, también deberá respetar necesariamente el principio de conservación de la energía. Esta es una de las ideas más profundas que haya tenido jamás un ser humano: no se puede tener simetría sin conservación ni conservación sin simetría y este resultado no es experimental, sino deductivo.

Aunque este es uno de los ejemplos más sobresalientes de la aplicación de la deducción en la ciencia, no hemos de pensar que podemos prescindir de la observación y la inducción para hacer física fundamental. El teorema de Noether no nos indica qué simetrías hemos de introducir en las teorías y, por lo tanto, qué teoría física concreta se corresponde con nuestro universo. Tan sólo restringe el conjunto de posibles teorías coherentes a aquellas que cumplan estos principios de simetría y conservación. Este teorema igual puede utilizarse para hacer física newtoniana, relativista o cuántica.

Lo que es indiscutible es que, ante estos descubrimientos profundos y completamente inesperados, no es extraño que algunos piensen que las matemáticas tienen una relación esencial con el logos. Sin embargo, para explicar el extraordinario éxito de las matemáticas, no es necesario adquirir el compromiso metafísico pitagórico de que el número es la esencia de la realidad; un compromiso, que, además, no tiene un significado demasiado claro. Recordemos que las matemáticas están estrechamente relacionadas con la lógica y, por lo tanto, no es de extrañar que en el estudio del universo acaben creándose modelos matemáticos que describan la realidad más profunda y sencilla con precisión. Al utilizar las matemáticas lo que estamos haciendo es simplemente razonar con corrección y precisión, estamos aprovechando la exigencia de coherencia de nuestra red de creencias para llegar más allá de lo que hemos observado. Aunque, en cualquier caso, hemos de reconocer que el programa pitagórico fue excepcionalmente productivo, pocas ideas han cosechado tantos éxitos, desde la armonía musical a las profundidades del mundo cuántico.

5.3 Asaltemos los cielos

Platón planteó una de las teorías metafísicas más famosas de todos los tiempos, la conocida como teoría de las formas o de las ideas. Esta propuesta surgió a partir de una reflexión sobre el problema de los universales. ¿A qué se refieren los términos como humano o gato que engloban a multitud de individuos?416 ¿Dónde reside la gatunidad? Uno podría plantear que la gatunidad sólo existe en nuestra mente, pero esta propuesta tendría el problema de que los gatos parecen existir independientemente de que un ser humano los reconozca como tales. Según Platón cada gato sería un ejemplo imperfecto de una forma, de un tipo ideal inmutable. Esta tesis parece funcionar muy bien en algunos casos. Por ejemplo, podríamos decir que todas las notas que jamás hayan sonado o vayan a sonar como un do central son ejemplos de una nota pura ideal correspondiente a una sinusoidal perfecta con una frecuencia de 261,63 hercios.

Según los platonistas esta nota ideal tendría una existencia más real que cualquier otra nota que podamos escuchar en nuestro mundo. Del mismo modo, la forma relativa a la gatunidad no sólo reuniría todas las cualidades esenciales de las que cualquier gato concreto participa, sino que sería más real que cualquier gato físico.417 Esta realidad compuesta por las formas constituiría la realidad profunda del cosmos, mientras que el mundo físico tendría una existencia secundaria.418 Las formas, que serían inmutables, eternas e imperceptibles para los sentidos. Nuestros ojos sólo son capaces de mostrarnos gatos físicos, pero a la forma, al verdadero objeto del conocimiento sólo puede llegarse mediante la razón.419

Aristóteles, que de animales entendía porque fue el fundador de la zoología, criticó duramente esta teoría. Para él, lo que tenía una existencia primaria eran las sepias individuales que estudiaba en la laguna de Lesbos. Antístenes el cínico, expresó las mismas dudas al decir que había visto caballos, pero no la caballidad.420 La teoría platónica parece funcionar mejor en el mundo de la física fundamental, en la que todos los electrones son exactamente iguales al tipo ideal definido por la teoría, que en el mundo biológico. Tal vez sea por esto que los físicos que conozco tiendan a simpatizar más con esta idea que los biólogos.

Aristóteles y mis amigos biólogos, al no aceptar la existencia primaria de los tipos ideales, no acaban de ver qué comparten, qué hay de universal, en todos los individuos que pertenecen a un mismo tipo.421 De hecho, en biología, los criterios de definición de las especies son un tema de confrontación constante. ¿Somos los seres humanos la misma especie que los neandertales? ¿En base a qué criterio? La mayoría de los biólogos actuales los separan en su propia especie, Homo neanderthalensis, pero no hace tanto lo común era situarlos dentro de la nuestra, denominándolos Homo sapiens neanderthalensis. Una polémica similar afecta a los gatos domésticos, que eran clasificados por la mayoría de los zoólogos como una subespecie de gato silvestre, Felis silvestris catus, pero que, recientemente, han sido elevados a su propia especie: Felis catus.

Sin embargo, Platón no se limitó a aplicar su teoría de las formas a las notas musicales, a la geometría o a la biología, fue mucho más allá y llegó a hablar de la forma de la belleza o del bien de la que participarían todos los objetos bellos o buenos. Además, estableció una jerarquía en las formas, con la forma del Bien en la cima que sería la forma de la que todas las demás participarían. Esta fue una propuesta que los cristianos pudieron compatibilizar fácilmente con su propia metafísica; el Bien sería equivalente al Dios cristiano y toda la creación surgiría de él. No es de extrañar que el Timeo, el diálogo en el que Platón propuso una cosmología, fuese uno de los pocos textos que sobrevivieron a la caída del Imperio Romano y que disfrutase de una gran popularidad durante la Edad Media.422

Estas ideas, además, fueron desarrolladas por los neoplatónicos de las épocas helenística y romana creando metafísicas con jerarquías de formas realmente barrocas. Plotino, del siglo III d. C., fue uno de los máximos representantes de esta escuela de pensamiento. Este filósofo estaba tan interesado en alcanzar los cielos metafísicos, a los que no podía acceder mediante la observación, que incluso llegó a aceptar la revelación mística como vía de conocimiento.423

Agustín de Hipona, un filósofo y teólogo de los siglos IV y V, comenzó siendo maniqueo y neoplatónico antes de convertirse al cristianismo y terminó siendo uno de los teólogos más influyentes de la historia. De hecho, la Iglesia lo considera santo, padre y doctor de la Iglesia católica. Fue Agustín quien cristianizó a Platón.424 Las formas se convirtieron en ideas eternas e inmutables en la mente del dios cristiano.425 Poco tiempo después de Agustín el Imperio Romano de Occidente cayó y Europa quedó sumida en una pobreza incapaz de sostener ningún desarrollo intelectual hasta, al menos, el reinado de Carlomagno en el siglo IX. Esta caída conllevó la pérdida de la mayor parte de la filosofía griega. De Platón, por ejemplo, la única traducción latina que perduró fue el ya comentado Timeo.426

5.4 La recuperación medieval

Este programa metafísico clásico tuvo continuidad en el mundo medieval. Aristóteles, que no fue integrado en el cristianismo por los filósofos y teólogos del mundo romano, pero se recuperó en Europa a partir del siglo XII.427 Desde ese momento, una parte del trabajo de los escolásticos y los humanistas consistió en integrar el conocimiento clásico con la visión cristiana del mundo.428 Esta tarea, dada la magnitud de la obra recuperada, fue hercúlea y requirió varios siglos. Alberto el Grande primero429 y, sobre todo, Tomás de Aquino, el filósofo más relevante de la Edad Media, hicieron un gran esfuerzo por integrar la filosofía aristotélica con la platonico-cristiana.

En cualquier caso, el corpus aristotélico no sólo fue integrado, sino que acabó convirtiéndose, una vez adaptado al cristianismo, en el estándar académico. Para los modernos, como Galileo, Aristóteles era, de hecho, un símbolo del antiguo régimen, de una autoridad más interesada en intrincadas especulaciones metafísicas que en observar la naturaleza. Resulta irónico que esto estuviese completamente alejado del ánimo del Aristóteles original que, como veremos, era empirista.430

La metafísica medieval llegó incluso a plantearse como una alternativa a la filosofía natural.431 Parménides al plantear sus hipótesis estaba estudiando la realidad profunda de la naturaleza, pero en la Edad Media la metafísica se convirtió en el estudio de lo trascendente, de aquello que está más allá del mundo físico. Emborrachados por el recién recuperado conocimiento antiguo y por la lógica se creyeron capaces de alcanzar la realidad última mediante el uso de la pura especulación, olvidando el ejemplo aristotélico, que pasó años en una playa en Lesbos diseccionando sepias con sus propias manos.

Para muchos de los filósofos posteriores esta desmesurada confianza en la razón llegó a ser casi motivo de chanza. Para Hume, el epítome de la filosofía ilustrada, y para los positivistas, “metafísico” se convirtió, prácticamente, en un insulto con el que acusar a quien pretende alcanzar el conocimiento asentándose sobre una pila de sofismas.432 Todavía hoy cuando un metafísico, como James Ladyman, caracteriza a alguien como neoescolástico, no lo hace con cariño.

5.5 Especulativos vs naturalistas

Aunque, tal vez el problema no estribe tanto en la metafísica como área de estudio, que recordemos sólo trata de comprender lo que hay en el mundo, sino en los métodos que algunos han utilizado para conseguir este objetivo. Actualmente la mayoría de los filósofos asume que la metafísica debe estar basada, en última instancia, en la ciencia, es decir, en el conocimiento sistemático del mundo natural. Además, si queremos estudiar el mundo natural habremos de partir de las observaciones que hagamos del mismo. Aunque esta es una idea obvia, no fue la aproximación defendida por los filósofos escolásticos medievales ni por otros metafísicos especulativos posteriores, incluyendo a algunos actuales.

Algunos metafísicos todavía sostienen que para estudiar el mundo natural es útil partir de intuiciones básicas y que, a partir de éstas mediante la razón pura pueden alcanzarse conclusiones sólidas.433 Ejemplos de intuiciones claras son: que el mundo está poblado por objetos sólidos que ocupan una posición definida en el espacio o que en el cosmos hay, al menos, un ser consciente, yo. Este tipo de filosofía fue criticada duramente entre otros, por Hume, los positivistas y Russell.

Una cuestión relevante es hasta qué punto nuestras intuiciones más queridas deben tomarse como un fundamento en la filosofía. En realidad, la metafísica especulativa y la naturalista no parten de presupuestos tan diferentes. Ambas utilizan información que hace referencia al mundo externo: intuiciones en el caso de la especulativa y evidencias empíricas en el caso de la ciencia y la metafísica naturalista. Y ambas emplean esta información para justificar sus teorías. Sin embargo, hay que recordar que la ciencia nos ha enseñado que nuestras intuiciones pueden estar profundamente equivocadas y que antes de aceptarlas hemos de contrastarlas con el resto del conocimiento científico. Por ejemplo, aunque parece evidente que existen objetos sólidos, en realidad, esta es una intuición muy discutible. Las bolas de billar están compuestas por átomos, que, a su vez, en nuestras teorías actuales, están compuestos por entidades más fundamentales, concretamente por excitaciones de campos cuánticos. Lo que existe a nivel fundamental se parece mucho más a la onda causada por el impacto de una piedra en un lago en calma, que a una bola de billar localizada en una región concreta del espacio. Ni tan siquiera podemos estar seguros de que el propio espacio tenga la estructura que nos parece. Los físicos no descartan que a un nivel más profundo el espacio sea algo mucho más extraño de lo que, por el momento, somos capaces de imaginar. Además, ¿acaso han conseguido los metafísicos especulativos algún éxito predictivo?

Hemos de tener en cuenta que nuestras intuiciones, como nuestros sistemas perceptivos y cognitivos son creadas por un sistema nervioso que ha surgido para responder a unos retos concretos.434 En la sabana es útil creer que los tigres y los frutos ocupan posiciones concretas en el espacio, pero esto no implica que la misma intuición vaya a ser aplicable en el dominio de lo muy pequeño. La evolución ha adaptado nuestras intuiciones a nuestra escala, por lo que no debemos asumir que funcionarán en otras escalas.435 De hecho, gran parte del progreso científico se ha basado en destruir muchas de nuestras intuiciones. La Tierra no es plana y se mueve, no es necesario ejercer una fuerza para que se mueva un objeto sino para modificar su estado de movimiento, las especies biológicas no son inmutables, etcétera.

Los filósofos denominan al conjunto de las ideas intuitivas que tenemos sobre el mundo natural imagen manifiesta del mundo y las contraponen a la imagen científica. Por lo que si basamos nuestras especulaciones metafísicas en esta imagen manifiesta lo que realmente estamos haciendo es antropología introspectiva.436 Además, este problema de las intuiciones no es el único. Los razonamientos, por muy cuidadosos que seamos con la lógica, pueden acabar llevándonos a lugares completamente equivocados. Lo primero que uno aprende tras hacer unos cuantos experimentos en el laboratorio, es que la mayoría de las ideas razonables que uno tiene acaban en el cubo de la basura tras someterse al juicio del mundo externo y las que quedan, son simplemente una aproximación que no acaba de capturar por completo la complejidad de la realidad.

Como alternativa a esta metafísica neoescolástica se ha propuesto una aproximación naturalista basada en el conocimiento científico.437 Quine defendió que la metafísica debía ser científica, puesto que el empirismo es el único modo que ha funcionado de anclar nuestras creencias a la realidad.438 Mientras que la metafísica especulativa no ha tenido ningún éxito predictivo, la ciencia ha continuado progresando. Ladyman propone que la metafísica debe aspirar a mostrar una visión integrada del mundo natural basada en el conocimiento aportado por las distintas ciencias:439 la relatividad y la mecánica cuántica deben guiar la metafísica relativa al espacio y el tiempo y la sustancia, y la biología la concerniente a las clases naturales.440 Por supuesto, esta aproximación tiene la consecuencia de que nuestra metafísica será, como la ciencia en la que se basa, falible. Es decir, no habrá lugar para dogmas absolutos, nuestro mejor modelo del mundo siempre será revisable y puede que mañana debamos modificarlo. A cambio, esta metafísica será la más racional disponible en cada momento.

Antes de terminar me gustaría hacer una precisión. En esta discusión he hablado sobre la metafísica relativa al mundo natural. Hay muchos filósofos que piensan esto es todo lo que hay, pero otros plantean metafísicas enriquecidas con otros aspectos. Por ejemplo, algunos proponen que los estados psicológicos o las leyes morales merecen una consideración metafísica y que no han de ser englobados dentro del mundo natural. Por ejemplo, es razonable plantear que los estados psicológicos o las reglas morales tienen poderes causales. Decimos que el niño golpeó la pelota porque quiso hacerlo. Es decir, su estado mental fue la causa de lo que ocurrió. En este caso las intuiciones constituirían un modo de estudiar filosofía de la mente o filosofía moral y algunos filósofos propondrían metafísicas asociadas a estos estudios.441 Esta es una cuestión complicada que trataremos con algo más de detalle posteriormente, baste decir por el momento que en esta sección nos estábamos refiriendo únicamente a la metafísica relativa al mundo natural. La discusión sobre las metafísicas no naturalistas, que no supernaturalistas, es una cuestión muy diferente que trataremos más adelante.

5.6 Resumen

El éxito de la lógica y las matemáticas y las dudas sobre la capacidad de nuestros sentidos por mostrarnos la realidad última condujeron a la metafísica occidental a un fracaso que duró milenios.

Es cierto que las matemáticas y la lógica son herramientas muy útiles, imprescindibles, que pueden ayudarnos en múltiples aspectos, tanto en la justificación como en el descubrimiento. Pero no son suficientes. Los filósofos que trataron de asaltar los cielos metafísicos terminaron perdiéndose en un laberinto deductivo que, por muy válido que fuese, no tenía ninguna relación con la realidad. Lo razonable no es suficiente.

El empirismo es el único modo que ha funcionado de anclar nuestras creencias al mundo externo. La lógica y las matemáticas no son suficientes, la observación es imprescindible. Es cierto que la observación y la inducción, a diferencia de la deducción, son falibles y, por lo tanto, requieren modestia intelectual, pero una vez aceptadas sus limitaciones consiguen elevarnos a los cielos, tal vez no a los metafísicos, pero sí a los surcados por los motores a reacción.


  1. Adamson, Classical Philosophy, location:874.↩︎

  2. Kenny, A New History of Western Philosophy, location:3792.↩︎

  3. Adamson, Classical Philosophy, location:855.↩︎

  4. Godfrey-Smith, Theory and Reality, location:133.↩︎

  5. Adamson, Classical Philosophy, location 977.↩︎

  6. Lindberg, The Beginnings of Western Science the European Scientific Tradition in Philosophical, Religious, and Institutional Context, Prehistory to A.D. 1450, Second Edition, location 722.↩︎

  7. Kenny, A New History of Western Philosophy, location 2896.↩︎

  8. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina:29.↩︎

  9. Lindberg, The Beginnings of Western Science the European Scientific Tradition in Philosophical, Religious, and Institutional Context, Prehistory to A.D. 1450, Second Edition, location:781.↩︎

  10. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina:32.↩︎

  11. Kenny, A New History of Western Philosophy, location:533.↩︎

  12. Kline, Mathematical Thought From Ancient to Modern Times, Volume I, location:3217.↩︎

  13. Lindberg, The Beginnings of Western Science the European Scientific Tradition in Philosophical, Religious, and Institutional Context, Prehistory to A.D. 1450, Second Edition, location:665.↩︎

  14. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina:39.↩︎

  15. Sautoy, What We Cannot Know, location:1675.↩︎

  16. Kenny, A New History of Western Philosophy, location:1312.↩︎

  17. Adamson, Philosophy in the Hellenistic and Roman Worlds, location:3623.↩︎

  18. Lindberg, The Beginnings of Western Science the European Scientific Tradition in Philosophical, Religious, and Institutional Context, Prehistory to A.D. 1450, Second Edition, location:777.↩︎

  19. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina:181.↩︎

  20. Mosterín, La hélade: historia del pensamiento, pagina:56.↩︎

  21. Kenny, A New History of Western Philosophy, location:4088.↩︎

  22. Ibid., location:1489.↩︎

  23. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina 382.↩︎

  24. Kenny, A New History of Western Philosophy, location:8612.↩︎

  25. Ibid., location:2322.↩︎

  26. Mosterín, Los cristianos, pagina:402.↩︎

  27. Kline, Mathematical Thought From Ancient to Modern Times, Volume I, location:4393.↩︎

  28. Lindberg, The Beginnings of Western Science the European Scientific Tradition in Philosophical, Religious, and Institutional Context, Prehistory to A.D. 1450, Second Edition, location: 4019.↩︎

  29. Ibid., location:4264.↩︎

  30. Gottlieb, The Dream of Reason, pagina:365.↩︎

  31. Ibid., pagina:259.↩︎

  32. Ibid.↩︎

  33. Ladyman et al., Every Thing Must Go, location:219.↩︎

  34. Ibid., location:217.↩︎

  35. Ibid., location:85.↩︎

  36. Ibid., location:294.↩︎

  37. Ladyman, Understanding Philosophy of Science, pagina:4.↩︎

  38. Massimo Pigliucci, The Nature of Philosophy, location:1311.↩︎

  39. Ladyman et al., Every Thing Must Go, location:510.↩︎

  40. Ibid., location:208.↩︎

  41. Sean Carroll, Russ Shafer-Landau on the Reality of Morality – Sean Carroll.↩︎