20 Ciencias y malas hierbas
Ciencia y pseudociencia, claramente, no son lo mismo, como no lo son el día y la noche, y el análisis de esta distinción, ya que implica preguntarse por qué es la ciencia, podría plantearse como una de las cuestiones fundamentales para la filosofía de la ciencia.1236 Sin embargo, distinguir la ciencia de otras actividades como la pseudociencia, las matemáticas o la filosofía, como a estas alturas podríamos esperar, no es trivial. La ciencia, por ejemplo, se confunde, hasta cierto punto, con la mala ciencia y ésta, a su vez, con la pseudociencia. Además, la ciencia tampoco es una actividad uniforme, hay ciencias naturales y sociales, experimentales e históricas, duras y blandas.
Al explorar estas cuestiones no vamos a llegar a establecer unas definiciones absolutamente nítidas que resuman sin ambigüedad unas realidades tan complejas, pero el proceso nos servirá para reflexionar sobre qué características son relevantes cuando estamos considerando la relación entre las actividades científicas y las no científicas.
En primer lugar, no viene mal recordar que hay actividades perfectamente defendibles que no son ciencia. Esto debería ser obvio, pero suele imbuirse el término ciencia de una legitimidad tan grande que algunos comentarios parecen dar la impresión de que cualquier desarrollo intelectual o cultural que no sea científico es de segunda categoría. Sin embargo, aunque la novena sinfonía de Beethoven no sea ciencia, merece muchísimo más la pena que la mayor parte de los trabajos que producen los científicos.
En segundo lugar, y esto es algo que puede sorprender todavía más, hay mucho conocimiento sistemático que no es científico: matemáticas, lógica y filosofía.1237 Las matemáticas y la lógica son herramientas que se utilizan en ciencia y en filosofía, pero su desarrollo no implica estudiar el mundo externo, la realidad, y, por lo tanto, no suelen englobarse dentro de la ciencia. Por otro lado, aunque ya tratamos en un capítulo anterior la compleja y estrecha relación entre la ciencia y la filosofía, resumo aquí mi postura: la filosofía podría definirse como el estudio intelectualmente riguroso de cualquier cuestión, ya sea esta moral, estética o natural. Si aceptásemos esta definición, la ciencia sería la rama de la filosofía, eminentemente empírica, dedicada al estudio del mundo externo. Además, ambas actividades comparten el ideal de la honestidad y el rigor intelectual. Sin embargo, en la práctica, existe una especialización profesional que hace que la filosofía y la ciencia sean llevadas a cabo por comunidades profesionales bastante diferenciadas. Otra alternativa, bastante común y no jerárquica, consistiría en considerar a la ciencia como la hermana empírica de la filosofía. En realidad, yo prefiero remarcar la estrecha relación de ambas y, además, hay áreas de contacto muy estrecho en las que la práctica filosófica y científica llegan a confundirse. Este es el caso, por ejemplo, de las distintas filosofías dedicadas a estudiar áreas concretas de la ciencia como: la filosofía de la física o de la biología.
20.1 Ciencias históricas y ahistóricas
Las ciencias son muy heterogéneas, tanto en objeto como en método.1238 El cometido de los físicos teóricos de partículas y de los psicólogos o de los epidemiólogos se parece bastante poco. Tal vez sería más claro hablar de ciencias, en plural, que de ciencia. El problema es que si hablásemos de ciencias deberíamos enfrentarnos a la delimitación de las distintas ciencias, algo muy complejo dado que hay áreas de estudio claramente multidisciplinares. Por ejemplo, yo trabajo en genética, pero mi objeto de estudio se solapa con el de la bioquímica, la biología molecular, la botánica, la zoología, la microbiología, la ecología, la historia de la vida, la historia de los seres humanos y la evolución.
Hay ciencias, como la física de partículas, que tienen por objeto estudiar fenómenos que, al ser independientes de la historia, pueden darse en cualquier momento, mientras que otras, como la cosmología o la biología evolutiva, son históricas puesto que sus objetivos incluyen la reconstrucción y comprensión del pasado.1239 Mientras que los físicos y los químicos hacen experimentos para comprender y, eventualmente, predecir el comportamiento del mundo externo, los paleontólogos o los arqueólogos buscan vestigios que les permitan reconstruir algo que sucedió en el pasado y que, en la mayor parte de las ocasiones, no podrá volver a repetirse.1240 De modo que hay ciencias históricas, como la paleontología, parcialmente históricas, como la geología y completamente ahistóricas como la física fundamental o la química.1241
Además, las ciencias experimentales suelen tratar con sistemas lo suficientemente sencillos como para que se puedan hacer buenas predicciones sobre su futuro,1242 mientras que, las ciencias históricas, como la paleontología, no suelen hacer predicciones precisas sobre la evolución de los fenómenos estudiados.1243 Sin embargo, sí es habitual que, en las ciencias históricas, se hagan predicciones relativas a los vestigios del pasado que se esperan encontrar. Por ejemplo, si desenterrásemos fósiles felinos en estratos datados en el periodo ediacárico, hace unos 600 millones de años, nuestras teorías sobre la evolución de la vida en la Tierra quedarían seriamente comprometidas.
Los paleontólogos hacen predicciones de este tipo continuamente. Por ejemplo, los fósiles de tiktaalik, un pez transicional con cuello y cuatro extremidades similares a las de los anfibios, no se encontraron por casualidad. El equipo de investigación fue a una región canadiense perfectamente delimitada, rica en sedimentos devónicos, y buscó allí durante varios años hasta dar con el primer fósil. Eligieron ese lugar como destino de sus exploraciones porque habían predicho que fue precisamente durante el devónico cuando la Tierra debió de estar habitada por ese tipo de criaturas.
20.2 Ciencias duras y blandas
Hay autores que distinguen entre ciencias duras, como la física y la química, y blandas, como la psicología y la sociología.1244 En realidad, esta distinción está relacionada con la complejidad del objeto de estudio. La mente humana es mucho más compleja que los planos inclinados y, además, la posibilidad de realizar experimentos controlados es mucho mayor en las primeras. La física fundamental trata con sistemas muy simples, mientras que la psicología o la economía estudian fenómenos muy complejos.
Puede darnos la impresión de que la física es muy difícil, pero esto es porque los fenómenos que estudia, en muchas ocasiones, están alejados de nuestra realidad cotidiana1245 y porque sabemos mucha física,1246 no porque sus objetos de estudio sean complejos. Los planos inclinados son sistemas sencillos, pero Galileo los utilizó como evidencia en favor de que la aceleración gravitatoria es independiente de la masa, algo que es completamente contraintuitivo.
Además, los sistemas estudiados por la física, en muchos casos, no están fuertemente acoplados, unas partes no interaccionan estrechamente con otras y esto nos permite hacer simplificaciones, como, por ejemplo, despreciar la fricción. En un sistema complejo fuertemente acoplado, como el clima, el metabolismo o la economía, en el que unas partes pueden influir sobre otras, no es fácil hacer simplificaciones sin perder la esencia del comportamiento del sistema y esto nos condena a trabajar con modelos mucho más complejos. En las predicciones meteorológicas las vacas esféricas tienen un papel más limitado que en los planos inclinados.
Además, en un sistema complejo las causas no tienen por qué ser sencillas, pueden ser multifactoriales y esto dificulta muchísimo hacer predicciones fiables del comportamiento de esos sistemas. En física la varianza experimental suele deberse al error de medida, pero en sistemas complejos, como los estudiados por la ecología, la varianza experimental está más relacionada con variables no controladas por los investigadores.1247 Estamos acostumbrados a que la ciencia consiga generar conocimiento, pero si el sistema estudiado es muy complejo, ese conocimiento podría ser muy difícil de alcanzar.
A los problemas relacionados con la complejidad hay que añadir los relativos a la posibilidad de realizar experimentos controlados. Cuando esto no es posible, como en epidemiología o en muchas áreas de la economía, perdemos una herramienta muy importante en el estudio de las causas. Los experimentos controlados son el modo fundamental de analizar la influencia causal de una variable sobre un sistema. Imaginemos que observamos que una enfermedad infecciosa está asociada a la concentración de vitamina D en sangre. Incluso aunque asumamos que la correlación es cierta, sería muy arriesgado concluir que tener poca vitamina D nos hace más susceptibles a la enfermedad. Es difícil llegar a conclusiones fiables sobre las causas a partir de meras correlaciones. Tal vez la falta de vitamina D y la gravedad de la enfermedad dependan de una tercera variable. Por ejemplo, puede que la gente más mayor tienda a ser deficiente en vitamina D y sea la edad, y no la concentración de vitamina, el factor determinante. Sin embargo, si pudiésemos realizar un experimento en el que pudiésemos infectar a personas cuya única diferencia fuese la concentración de vitamina sí podríamos determinar la influencia de esta variable.
La falta de experimentos puede paliarse mediante distintos conjuntos de correlaciones independientes o, alternativamente, gracias a los llamados experimentos naturales en los que un sistema es sometido a manipulaciones que serían imposibles de plantear por motivos éticos o prácticos. En estos casos, varios sistemas que comparten prácticamente las mismas circunstancias son afectados diferencialmente por una variable, por ejemplo, por la aparición de una nueva enfermedad, y esto nos permite estudiar el impacto de esta causa.1248 Pero, en cualquier caso, cuanto más difícil sea hacer experimentos controlados, más difícil será la labor del investigador y más cauto debería ser éste en sus conclusiones.
20.3 Problemas difíciles y cautela
En este libro, en contra de la opinión de los constructivistas, hemos defendido que las comunidades científicas suelen alcanzar conocimiento fiable. Sin embargo, cuando el área de estudio trata con fenómenos muy complejos y, además, no puede hacer experimentos controlados, hay que ser muy cauto puesto que las dinámicas internas de las propias comunidades científicas sí podrían ser muy relevantes.
Además, en estas áreas las observaciones suelen estar muy alejadas de la percepción elemental y es habitual que no sean neutrales respecto a las hipótesis evaluadas. Por ejemplo, los psicólogos hablan de personalidades y los economistas de PIB, pero una personalidad o un PIB son constructos mucho más abstractos, de definición más compleja y más alejados de la percepción que la posición de una bolita en un plano inclinado y, además, dependen de planteamientos teóricos muy cercanos a los que están siendo contrastados. En estas áreas tenemos que ser especialmente cautos y escépticos porque las influencias de las dinámicas comunitarias, si no somos extraordinariamente rigurosos, pueden ser decisivas. En estos casos, algunas conclusiones tendrán poca relación con la realidad del fenómeno estudiado.
Por otro lado, en un área compleja, como la macroeconomía, en la que es casi imposible hacer predicciones fiables, la contrastación empírica de nuestras hipótesis es difícil y la tentación de imponer nuestras propias narrativas previas sobre el fenómeno estudiado puede llegar a influir mucho en las conclusiones. Los practicantes de estas disciplinas deberían ser especialmente cautos puesto que, de no serlo, corren el riesgo de convertirse en sofistas y charlatanes.
Recuerdo que cuando era pequeño me llamó la atención que el economista que comentaba las noticias económicas, independientemente de la salud de la economía, siempre llegaba a la misma conclusión: había que bajar los sueldos. Cuando la economía iba mal había que bajar los sueldos para evitar que las empresas sufriesen y se entrase en un círculo vicioso que aumentase el paro, si, por el contrario, las cosas marchaban bien, había que bajar los sueldos para que no se sobrecalentase la economía y nos empobreciese la inflación. Siempre me maravilló que la bajada de sueldos fuese una receta universal. Con el tiempo, aprendí que esos economistas no son capaces de hacer predicciones válidas sobre la influencia de sus recetas macroeconómicas. Ahora me pregunto si, en realidad, esas hipótesis suyas, que retroactivamente parecían capaces de explicar cualquier acontecimiento económico, pero que no eran capaces de predecir nada, no eran más que puro humo. Recordemos que a Popper algunos marxistas le sirvieron de inspiración para proponer el principio de la falsabilidad. Cuando una hipótesis puede explicarlo todo, incluyendo lo que ha ocurrido y, también, lo contrario, tal vez, no está explicando nada.
Con esto no quiero decir que considere que no pueda generarse conocimiento en el estudio de la economía, nada más lejos de mi intención. Lo que creo es que en áreas los incentivos y las dinámicas sociales tienen más posibilidades de jugarnos malas pasadas. Si un físico trata de colar una nueva teoría gravitatoria, el resto puede comprobar si sus predicciones fallan y descartarla rápidamente, pero esto no es tan fácil en economía porque al estudiar fenómenos complejos causados por múltiples factores, el fallo de las predicciones siempre puede achacarse a una u otra causa y esto hace que las hipótesis sean muy difíciles de desbancar.
En mi propia área de estudio sucede algo similar. Confío mucho más en las conclusiones relativas a la localización de genes mendelianos relacionados con caracteres sencillos que en los resultados obtenidos por complejos modelos estadísticos sobre la historia de las poblaciones. Mientras que en el caso del control genético de los caracteres sencillos el científico es consciente de que sus conclusiones entrañan predicciones que pueden ser contrastadas con relativa facilidad, en el caso de la reconstrucción de la historia de las poblaciones lo que se obtiene es un relato que, en muchas ocasiones, no hace predicciones empíricas fácilmente contrastables. No es fácil saber qué tamaño tenían los tomates mexicanos hace tres milenios. Como ya he dicho en otras ocasiones, la tecnología es menos susceptible de caer en dinámicas sociales perversas porque las manipulaciones sobre el mundo externo o funcionan o no funcionan, los aviones vuelan o no vuelan, o como dirían los filósofos, hay éxito operacional o no lo hay.
Además, recordemos que los investigadores están sujetos a incentivos que limitan la autocrítica, por lo que no es de extrañar que se nos acaben presentando algunas conclusiones como fiables cuando, en realidad, no están debidamente justificadas. Es muy difícil publicar un artículo en el que se diga que después de estudiar un fenómeno durante años no hemos conseguido alcanzar ninguna conclusión sólida y esto hace que el investigador esté tentado de relajar su escepticismo y su integridad.
Un modo de evaluar el desempeño de las distintas áreas es observar qué disciplinas avanzan, ya sea en éxito operacional o en poder explicativo, y cuáles tienden a quedarse dando círculos sin fin o a moverse arrastradas por el viento de las modas.1249 Por ejemplo, me parece muy sospechoso que algunos pedagogos planteen programas de implantación de métodos de aprendizaje revolucionarios año tras año, pero que mis alumnos parezcan saber menos cada curso. Cuanto menos progresiva sea una disciplina más escépticos deberían ser sus practicantes, pero lo cierto es que, en muchos casos, lo que se acaba viendo es mucha literatura y poca cautela.
Cuando un área de estudio es demasiado difícil, tal vez deberíamos limitarnos a hacer filosofía continental o literatura. Esto no lo digo con ironía, creo que la literatura es una buena herramienta para explorar áreas que son demasiado relevantes como para ignorar su exploración, aunque sean complejas.1250 La psicología humana fue estudiada por literatos y filósofos mucho antes de que William James fundase la psicología científica a finales del XIX. El problema no es hacer literatura, sino confundir conclusiones tentativas con conocimiento fiable. Hemos de abstenernos de disfrazar la literatura de ciencia; la literatura es legítima y necesaria, pero la pseudociencia es una impostura intelectual.
20.4 Mala ciencia y fraude científico
Confías en la ciencia porque te han dicho que Galileo fue genial, y lo fue, y porque los ingenieros diseñan máquinas capaces de transportarte con seguridad a través del océano y todo eso es cierto y haces bien en confiar. Pero no toda la ciencia es Galileo.
El investigador y médico John Ioannidis en Why Most Published Research Findings Are False, basándose en un análisis de mal uso de la estadística relacionado con los p-valores, llegó a la conclusión de que la mayor parte de los resultados publicados son falsos. Posteriormente, puesto que la cifra de estudios espurios depende de la tasa de hipótesis incorrectas planteadas por los científicos, y esto es difícil de establecer,1251 otros autores han matizado esta conclusión, pero nadie que yo conozca sostiene que las malas prácticas científicas no abunden. Por desgracia, no es fácil conocer la magnitud del problema puesto que, hasta fechas muy recientes, se ha dedicado un esfuerzo relativamente pequeño a estudiar este asunto.1252
Cuando hablo de mala ciencia no me estoy refiriendo a conclusiones que, eventualmente, van a ser falsadas; eso es lo esperable en una ciencia progresiva que poco a poco va comprendiendo con mayor detalle el funcionamiento del mundo externo. No, mala ciencia es aquella que no se hace con rigor, que utiliza protocolos experimentales deficientes, que hace análisis estadísticos inapropiados o que llega, a partir de unas evidencias dadas, a conclusiones indefendibles. La mala ciencia está constituida por aquellas actitudes que Feynman comparaba con las religiones del cargo.
Existe un continuo entre la mala ciencia y el fraude científico, los dos fenómenos están diferenciados. Decidir no mostrar algunos datos que no encajan con tu hipótesis porque los crees erróneos, puede ser mala ciencia, pero mentir inventándose unos datos inexistentes es un claro ejemplo de fraude.
Las metodologías científicas actuales son muy complejas y exigen una gran preparación técnica por parte de los investigadores. En mi área, por ejemplo, es extraño cruzarse con científicos que entiendan realmente las limitaciones de los modelos estadísticos que están utilizando. Eso no implica que sus artículos estén necesariamente mal hechos, puesto que, en muchos casos, echan mano de especialistas que sí los entienden o, en su defecto, hacen algo más problemático, utilizan análisis que han visto aplicar en circunstancias similares en otros trabajos. Esto último aumenta mucho las probabilidades de que algo salga mal.
Además, si a la posibilidad de que se haga mala ciencia le sumamos la presión por obtener resultados llamativos y por publicar1253 obtenemos como resultado que una parte importante de la producción científica es metodológicamente muy pobre, a veces intelectualmente poco íntegra y, en unos cuantos casos, directamente fraudulenta. Hemos de exigir al científico que no ceda a esas tentaciones1254 y, además, deberíamos estudiar qué sistemas de incentivos pueden implementarse para alinear, en la medida de lo posible, los intereses de los científicos con los de la generación de conocimiento.
Hasta cierto punto, podría decirse que en la actualidad la mala ciencia está siendo incentivada (The natural selection of bad science1255). Las investigaciones poco rigurosas generan con facilidad resultados positivos y llamativos que terminan favoreciendo la carrera de los investigadores con menos escrúpulos. En principio la revisión por pares debería aliviar el problema y, probablemente, esté haciéndolo, pero es un filtro insuficiente, por lo que se publican muchas conclusiones muy poco rigurosas.
Incluso es posible que esta tendencia, de un tiempo a esta parte, haya ido en aumento. Resulta sospechoso, por ejemplo, que los científicos se estén esforzando por que sus artículos sean cada vez más llamativos. Desde 1974 a 2014 el uso de términos positivos en los resúmenes de los artículos científicos se ha incrementado notablemente. Por ejemplo, los términos “robusto”, “novedoso”, “innovador” y “sin precedentes” han aumentado su frecuencia un 15.000%.1256 Y algo que indica que estas tendencias pueden estar relacionadas con la calidad es que este incremento se dio, principalmente, en las revistas menos relevantes. Además, si hiciese caso a lo que leo en las notas de prensa emitidas por los centros de investigación tendría la impresión de que el cáncer se va a curar inminentemente o que la próxima batería de mi móvil sólo tendrá que cargarse una vez al mes. Creo haríamos bien en recordar a los estudiantes de ciencias el modo en el que se describió la estructura del ADN en 1953.
No se nos escapa que el apareamiento concreto que hemos postulado sugiere inmediatamente un posible mecanismo de copia del material genético.
Lo que Watson y Crick estaban explicando es que habían descubierto el secreto de la vida, el mecanismo molecular que permite que los seres vivos transmitan la información genética de una generación a la siguiente. Tengo la impresión de que en la actualidad el trabajo se redactaría de un modo muy distinto.
La mala ciencia, hasta cierto punto, es inevitable, pero deberíamos intentar reducirla puesto que acarrea consecuencias negativas. Por un lado, detrae recursos que podrían dedicarse a hacer ciencia de mejor calidad. Además, añade ruido a la cacofonía que caracteriza a las comunidades científicas, por lo que, probablemente, reduzca la eficiencia del proceso de generación de conocimiento. Y, por si esto fuese poco, tal vez su impacto más negativo sea el social. Un mal artículo puede confundir a un experto, pero eventualmente, si el tema tiene interés, será purgado. Sin embargo, los no expertos estamos a merced de las notas de prensa de las instituciones científicas y de los artículos de la prensa generalista. Personalmente he dejado de informarme sobre ciencia en los medios no especializados. Es demasiado común que los periodistas, que en muchos casos no están especializados, sean confundidos por las notas de prensa más llamativas y acaben transmitiendo una información de muy baja calidad. Las exageraciones son tan habituales que, en muchos casos, cuando leo las noticias sobre genética en los medios generalistas llego a tener problemas para entender de qué iba la investigación.
Tal vez se entienda mejor el problema con un ejemplo. En 2019, en un periódico local, se publicó un artículo que llevaba por título Un estudio valenciano resuelve el debate sobre las verduras ecológicas.1257 El debate, como es de esperar, se había resuelto en favor de la alternativa pseudoecológica. En la entradilla del artículo se detallaban las bondades de estos métodos de cultivo:
Investigadores de la UPV determinan que los pimientos de este tipo de cultivo acumulan más vitamina C y antioxidantes naturales y que los resultados son extrapolables.
El título de la nota de prensa emitida originalmente por la Universidad, sin embargo, era algo más cauto: “El cultivo ecológico favorece la acumulación de vitamina C y otros antioxidantes en pimiento”1258 y, además, reflejaba con mayor precisión el contenido del artículo científico que originalmente se había publicado en PLoS ONE, una revista de reconocido prestigio: Response to organic cultivation of heirloom Capsicum peppers: Variation in the level of bioactive compounds and effect of ripening.1259
En el estudio se habían analizado diversos compuestos y dos de ellos resultaron tener una concentración media superior en las condiciones de cultivo pseudoecológico: 135 vs 117 mg de ácido ascórbico por cada 100 gramos de pimiento y 232 vs 206 mg de fenólicos totales por cada 100 gramos. Dudo que el lector del artículo de la prensa generalista, que recordemos, daba el debate por zanjado, se quedase con la idea de que el supuesto descubrimiento se correspondía con una variación tan pequeña en las concentraciones de dos de los compuestos estudiados. Esta diferencia, además, no era sólo pequeña en términos absolutos, sino que también lo era cuando se comparaba con la variación en la concentración de estas sustancias en las distintas variedades ensayadas. El ácido ascórbico varió desde 47,9 mg/100g, en la peor variedad, a 208,8 mg/100 g en la mejor. De modo que, si nos basásemos en estos resultados, tal vez, la conclusión principal del artículo científico debería haber sido que distintas variedades de pimiento tienen diferentes concentraciones de ácido ascórbico en distintas condiciones de cultivo. Este no habría sido un resultado muy novedoso y supongo que habría sido más difícil de publicar en PLoS ONE.
Lo que sí se mencionaba en el artículo en la prensa generalista es que para determinar las concentraciones de compuestos se habían utilizado métodos potenciométricos y espectrofotométricos, algo que un lector medio no es capaz de entender. Yo mismo, que estudié química y trabajo en un área afín, no sé que es un método potenciométrico. Conviene volver a recordar aquí el concepto de gilipollez planteado por Harry G. Frankfurt. La terminología académica debe utilizarse para comunicarnos con concisión y precisión, pero, en muchos casos, la jerga técnica termina utilizándose para disfrazar ideas pobres con ropajes prestigiosos y para impedir la crítica de los que no están en el círculo de expertos.1260 El uso de los términos técnicos en la prensa generalista me recuerda una campaña publicitaria de Volkswagen en la que afirmaba que sus nuevos coches incluían Ziritione. En aquel momento, 1999, me pareció muy gracioso que los publicistas se burlasen de su propio quehacer introduciendo un término inventado en la promoción del producto. Hoy en día, sin embargo, las notas de prensa de los centros de investigación no me parecen tan graciosas.
Pero, volvamos al artículo de los pimientos. Su conclusión principal, que hay diferencias en la concentración de esos dos compuestos debidas al método de cultivo, es poco justificable. Hay que tener en cuenta que el diseño experimental consistió en cultivar unos pimientos en dos campos distintos, por lo que el titular del artículo podría haber sido: “Se cultivan unos pimientos en dos campos distintos en condiciones diferentes y se obtienen resultados ligeramente diferentes”. Es decir, el diseño experimental no permitía separar el efecto debido al tipo de cultivo del causado porque las dos parcelas sean distintas. Esta conclusión, evidentemente, no habría resuelto ningún debate, pero habría sido más precisa. Con todo esto no digo que la conclusión del estudio sea necesariamente falsa. Tal vez sea cierto que utilizar un método de cultivo más ineficiente aumente ligeramente el contenido en ácido ascórbico en algunos tipos concretos de pimientos. Lo que quiero indicar es que esta conclusión no está justificada adecuadamente por las evidencias mostradas. Recordemos: que la justificación sea inválida no implica que la conclusión sea falsa.
Lo que sí es cierto es que a pesar de estos problemas graves el artículo se publicó en una revista con revisión por pares y la nota de prensa llegó al público general, contribuyendo a confundirlo sobre los valores de la mal llamada agricultura ecológica. Por cierto, una de las autoras del artículo fue durante años presidenta de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica, algo que no fue mencionado en el apartado dedicado al conflicto de intereses.
No es de extrañar que un público que no conoce los entresijos de las comunidades científicas, pero que deposita una gran confianza en la ciencia, acabe confundido por el constante bombardeo de noticias de baja calidad. Como tampoco lo es que muchos resultados científicos no puedan ser reproducidos.
Sin embargo, el lector no ha de pensar que estos trabajos de baja calidad publicados en revistas más o menos reconocidas, representan el límite inferior de la mala ciencia. El fenómeno de los predatory journals es aún más escandaloso. (El término predatory journals lo he visto traducido como revistas depredadoras o espurias). Estas revistas se disfrazan de revistas más o menos respetables tomando nombres aparentemente serios como Academic Research Reviews o Botany Journal, pero publican artículos sin preocuparse en absoluto por la calidad y, en algunos casos, consiguen estar indexadas en las bases de datos que se utilizan para valorar los currículos de los investigadores. Su modelo de negocio es cobrar por publicar, algo que también hacen las revistas serias, pero, en este caso, sin controles de calidad. Los investigadores que publican en ellas se hacen con una lista de artículos con la que rellenar el currículum. Además, esta vía también se utiliza para dar una patina de legitimidad a la pseudociencia que puede emplearse para confundir al público general, que no distingue fácilmente estas revistas de las legítimas.
Por ejemplo, en la semana en la que escribo estas líneas ha sido noticia que la revista Journal of Biological Regulators and Homeostatic Agents aceptó publicar el artículo: 5G Technology and induction of coronavirus in skin cells. Finalmente, en este caso, al ver el escándalo que se organizó cuando se destapó el asunto, la revista decidió retractarse.
Como muestra del nivel de estas publicaciones puede bastar el caso de la uromicitosis, una enfermedad imaginaria que apareció en un legendario episodio de Seinfeld. Una de estas revistas, Urology & Nephrology Open Access Journal, envió al editor John McCool un correo pidiéndole que escribiese un artículo sobre nefrología.1261 McCool, que debía de ser un gran fan de Seinfeld, decidió criticar la falta de rigor académico de la revista relatando el caso descrito en el sexto episodio de la tercera temporada de la serie: The Parking Garage. En este capítulo los protagonistas quedan atrapados en el aparcamiento de un centro comercial y Seinfeld, tras ser detenido por orinar en una esquina, decide aducir en su descargo que lo ha hecho porque padece uromicitosis. McCool escribió un artículo sobre esta enfermedad completamente inventada. Sin embargo, esto no parece que fuese un problema para los editores de Urology & Nephrology Open Access Journal que, a cambio de 799$ aceptaron publicar el artículo. Por fortuna, el objetivo de McCool era honesto por lo que declinó aceptar el ofrecimiento y la uromicitosis quedó fuera de la literatura médica.1262
En 2013 John Bohannon, redactor de la revista Science, envió un artículo completamente absurdo a 304 revistas; un 60% lo aceptó. En 2015, cuatro investigadores se inventaron el currículum de una científica inexistente: Anna O. Szust (oszust significa fraude en polaco). Esta investigadora fue aceptada como editora en 360 revistas académicas a pesar de que en su currículum no constaba que hubiese publicado ni un sólo artículo científico y que no tenía experiencia editorial alguna. En este caso, al menos, nos cabe el consuelo de que ninguna de las revistas estaba incluida en las bases de datos más serias.1263
Con todo esto no estoy tratando de transmitir que todo lo que se publica sea basura, pero sí es importante tener mucho cuidado con la información que nos llega porque en las comunidades científicas no es oro todo lo que reluce.
Por fortuna, lo que no parece fácil de conseguir es torcer el proceso científico lo suficiente como para conseguir que el consenso científico refleje un resultado relevante erróneo. Durante años las compañías tabaqueras consiguieron que se publicasen estudios de mala calidad sobre los efectos del tabaco, pero lo que no lograron fue que la comunidad científica alterase su consenso. En este caso la mala ciencia fue utilizada por sus departamentos de propaganda para hacer creer al público general que había un debate, pero el grueso de los expertos nunca fue confundido.
Por último, debemos reconocer que la mala ciencia no es el único problema de las comunidades científicas, también nos encontramos, aunque probablemente en menor medida, fraude.1264 En ciencia también se miente, por ejemplo, hay quien se inventa los datos.1265
El fraude se distingue de la mala ciencia porque el engaño es deliberado. Aunque, de nuevo, conviene recordar que hay un continuo entre mala ciencia y fraude; un investigador puede cometer errores aun actuando con la mejor de las intenciones, pero también por desidia, por falta de rigor intelectual o, directamente, por mala fe.
El fraude, no obstante, está bastante desincentivado porque las comunidades científicas suelen actuar con bastante rigor cuando es claro y el prestigio del investigador afectado suele quedar completamente destruido1266 por lo que no parece ser muy común.1267 Aun así, estoy convencido de que entre los artículos de menor calidad que rara vez llegan a formar parte de la conversación comunitaria, sí debe de haber bastante fraude de baja intensidad. Es decir, fraude disfrazado de errores que podrían ser debidos a despistes o desconocimiento.
20.5 Pseudociencias
En filosofía de la ciencia hay un par de cuestiones etiquetadas como problemas de la demarcación. La primera, la de la demarcación territorial, estudia la separación del conocimiento científico de otros tipos de conocimiento, como el matemático o el filosófico. Sin embargo, cuando un filósofo de la ciencia se refiere, simplemente, al problema de la demarcación suele estar tratando el segundo problema de la demarcación, el que trata de establecer una delimitación normativa que distinga entre ciencia y pseudociencia.1268
La distinción entre ciencia y pseudociencia no tiene sólo importancia académica; socialmente resulta crítico distinguir la razón de la sinrazón, especialmente en cuestiones fundamentales para nuestra supervivencia como la salud o la producción de alimentos. El merecido prestigio social del que disfrutan las ciencias es utilizado habitualmente por personajes sin escrúpulos, o por gente simplemente equivocada, para promover creencias que terminan causando serios daños sociales.1269 La creencia en el monstruo del Lago Ness puede resultarnos más o menos simpática, pero las creencias en la homeopatía o la terapia ortomolecular matan.
Proponer una definición aproximada de las pseudociencias es muy sencillo: son áreas que pretenden pasar por ciencia, pero que presentan problemas epistémicos severos.1270 El problema consiste en detallar qué entendemos por problemas epistémicos y, muy especialmente, cómo delimitar cómo de severos deben ser esos problemas.
Popper, como no podía ser de otro modo, propuso la falsabilidad como criterio de demarcación. Según Popper sería científica cualquier hipótesis potencialmente falsable.1271 Sin embargo, como ya comentamos en el capítulo dedicado a la falsabilidad, este criterio es problemático. En primer lugar, hay pseudociencias que defienden propuestas falsables. Por ejemplo, la homeopatía hace predicciones empíricas claramente contrastables, de modo que es falsable.1272 No basta con que una hipótesis sea falsable, sus proponentes deberían actuar en consecuencia cuando encuentran evidencias contrarias. El problema de esta definición es que, tal y como hemos visto, no hay un criterio único ni un algoritmo perfectamente definido para elegir racionalmente entre hipótesis.
Entre la ciencia y la pseudociencia existe un espectro continuo1273 y, como es típico de la mayoría fenómenos complejos, no es posible definir con absoluta precisión utilizando características necesarias y suficientes el límite entre la ciencia y la pseudociencia. En esta área es muy conocida la propuesta del filósofo de la ciencia Larry Laudan, que planteó en su The demise of the demarcation problem (1983) que el problema de la demarcación era irresoluble.
Esto, por supuesto, no implica que ambos fenómenos sean equivalentes o que estén cercanos. Ya nos hemos enfrentado antes a problemas de clasificación similares. Recordemos: está claro que existen el día y la noche, lo que no es tan fácil es definir el límite exacto entre ambos. De modo que, aunque vamos a discutir sobre las características de estos fenómenos y sobre la dificultad de establecer límites precisos entre ambos, en ningún caso hemos de concluir que la existencia de casos intermedios implica una cercanía entre lo que hacía Galileo y lo que hacen los seguidores de Hahnemann. Mientras que el primero, gracias a su rigor intelectual, creaba conocimiento los segundos no hacen más que engañar o engañarse.
Una posible opción sería asumir que ciencia es lo que hacen los científicos y no sólo lo que piensan los filósofos.1274 Al fin y al cabo, son los científicos quienes más saben sobre ciencia. Sin embargo, esta propuesta es muy problemática. Siempre hay que ser muy cauto cuando se eleva un es a un debe, cuando se convierte una descripción en una norma. En este caso, por ejemplo, es necesario reconocer que dentro de las comunidades científicas hay mala ciencia. De modo que, incluso aunque no podamos llegar a planear definiciones basadas en características necesarias y suficientes, sí que sería muy útil analizar algunos criterios normativos.
También podríamos comenzar planteando ejemplos especialmente claros de ciencias y pseudociencias y, a partir de los mismos, derivar criterios que nos permitan caracterizar al resto de áreas en el espectro que va del conocimiento a la sinrazón. Una vez determinadas estas características diferenciadoras dispondremos de una herramienta que nos permitirá situar las distintas actividades en un espacio continuo en el que estarán localizadas tanto las ciencias, como la mala ciencia, el fraude y las distintas pseudociencias. Es posible que mientras no dispongamos de un algoritmo que codifique la racionalidad no vayamos a conseguir establecer una distinción completamente nítida, pero, al menos, esta aproximación nos permitirá enumerar características que, en general, distinguen a los investigadores rigurosos de los charlatanes.
Una posible crítica a este tipo de aproximaciones es que comienzan por etiquetar algunas actividades como científicas y otras como pseudocientíficas. Sin embargo, la distancia, en cuanto a rigor intelectual y éxito operacional de estas actividades es tan enorme que no creo que en la práctica esto vaya a suponer un problema.
Hay ejemplos que ilustran muy claramente la diferencia entre ciencia y pseudociencia. Por ejemplo, hay quien cree que un dios creó el universo recientemente y para mantener esta hipótesis debe responder a la existencia de los fósiles de tiranosaurios. Una opción es aducir que cuando su dios creó el universo hace unos 6000 años dejó los fósiles enterrados para probar nuestra fe. Esto es, claramente, una hipótesis ad hoc excesiva. Por cierto, que siguiendo el mismo razonamiento ese mismo dios podría haber creado el universo hace 5 minutos o el último jueves.1275 Por otro lado, algunos ejemplos claros de actividades científicas son la física fundamental experimental o la química orgánica y la homeopatía, el reiki o los cazafantasmas son, claramente, actividades pseudocientíficas.
A lo largo de los años se han publicado muchas listas de criterios para ayudarnos a distinguir ciencia de pseudociencia.1276 De todos ellos, voy a tratar de exponer los que me han parecido más relevantes. La idea no es que para clasificar un área como pseudocientífica deba ser caracterizada por todos y cada uno de ellos, sino que cumpla los suficientes. La definición, como ya hemos avisado, no será sencilla.
Empecemos por un criterio que sí es necesario: para que un área pueda ser calificada como pseudocientífica sus defensores deben pretender estar haciendo ciencia. Sólo un área que trate de pasar por científica puede ser pseudocientífica.1277 De hecho, este requisito se sigue de la propia etimología del término, el prefijo pseudo significa, precisamente, falso. Por lo tanto, una pseudociencia sería una falsa ciencia. Las pseudociencias se disfrazan de ciencia para arrogarse el prestigio social de la ciencia. Los pseudocientíficos suelen odiar y, al mismo tiempo, envidiar lo científico. Por un lado, les molesta la crítica que les hace la ciencia establecida, pero, por otro, les encanta el prestigio social que conlleva ponerse una bata.
Al público general le es difícil, en muchos casos, distinguir las afirmaciones científicas de las pseudocientíficas y esto causa todo tipo de problemas sociales. Por ejemplo, cuando yo escuchaba a los portavoces de Greenpeace hablar sobre residuos nucleares creía estar atendiendo a razonamientos serios.
Este problema se agrava todavía más por la inaccesibilidad, para el no especialista, de una gran parte del conocimiento científico. Las pseudociencias suelen ser más intuitivas que la ciencia real y las creencias más sencillas e intuitivas son más atractivas y se difunden con mayor facilidad.1278 A mí me resulta muy complejo explicarle a mi madre, que no acabó más que la educación primaria, pero que tiene una gran curiosidad e interés, qué es un anticuerpo y por qué su presencia no garantiza inmunidad ni su ausencia implica necesariamente vulnerabilidad. El sistema inmune es extraordinariamente complejo. Sin embargo, para un pseudocientífico es muy fácil argumentar que el aloe lo cura todo porque es natural. La adquisición de los conocimientos científicos es costosa, pero la transmisión de estupideces es sencilla.
Además, las pseudociencias, en muchos casos, combinan la atracción por lo natural o lo tradicional con el uso de terminología aparentemente científica. Los chakras o la energía chí no sólo son milenarios, sino que están relacionados con la misteriosa mecánica cuántica (y con el Ziritione). Por si esto fuese poco, dado que prometen remedios sencillos para problemas serios, las pseudociencias suelen ser especialmente atractivas para la gente en situaciones más vulnerables.1279
Este atractivo hace que las gilipolleces pseudocientíficas se difundan mucho más rápido que el conocimiento científico. Jonathan Swift, en 1710, escribió: las mentiras vuelan mientras la verdad la sigue renqueando.1280 A este problema debemos añadirle el recogido por Brandolini en su principio: la energía requerida para desmontar una gilipollez es un orden de magnitud superior a la empleada en su generación.1281 De modo que, tal y como escribió el bloguero italiano Uriel Faneli: un embaucador puede difundir más gilipolleces de las que uno puede soñar con desmontar y, además, éstas tienden a difundirse muy rápidamente.
Los ad hocs de los pseudocientíficos reflejan una resistencia absoluta a los datos, no están dispuestos a cambiar sus ideas vean lo que vean, su actitud podría resumirse por: “Yo lo tengo claro, así que no vengas a liarme con los datos.”1282 Aunque no disponemos de un criterio preciso que nos permita establecer el límite exacto entre la razón y la sinrazón, lo que está claro es que el uso que hacen de los ad hocs es muy distinto al que hizo Le Verrier al plantear la existencia de un nuevo planeta. En ciencia equivocarse no es un problema, pero empecinarse sí lo es.1283 Además, los pseudocientíficos suelen utilizar las evidencias de un modo muy sesgado, aprovechan las que confirman sus ideas previas y descartan las que les estorban.
Las pseudociencias se caracterizan por utilizar metodologías muy poco rigurosas.1284 Por ejemplo, los estudios dedicados a la homeopatía que obtienen resultados positivos casi siempre implican a pocos pacientes y, en muchos casos, ignoran la recomendación del doble ciego. Esto hace que los efectos que se encuentran en estos estudios suelan deberse más a problemas estadísticos que a efectos reales. Cuando alguien trata de replicar esos resultados utilizando metodologías más robustas los efectos desaparecen.1285 Esta es una de las características típicas de la pseudociencia, se hacen afirmaciones grandiosas basándose en evidencias muy pobres.1286 La pobreza metodológica es una cualidad compartida por la pseudociencia y la mala ciencia. De hecho, en algunos casos, como en la parapsicología, es difícil distinguir entre ambas actividades. Tal vez la principal diferencia estribe en que la mala ciencia se da dentro de comunidades científicas.
Las hipótesis científicas, además, suelen engarzarse con el resto de conocimientos que tenemos sobre el cosmos. Los investigadores de un área científica no suelen plantear hipótesis que entran en contradicción con conclusiones fundamentales de otras áreas.1287 Las ciencias aspiran a ofrecer una visión integrada del cosmos.1288 Sin embargo, si la parapsicología o la astrología fuesen ciertas deberíamos tirar a la basura nuestros libros de física.
Las comunidades científicas están interconectadas y, en muchas ocasiones, estudian fenómenos utilizando aproximaciones multidisciplinares. Por ejemplo, mis últimos trabajos tratan aspectos botánicos, genéticos clásicos, genéticos moleculares, genómicos, estadísticos, computacionales y relacionados con los recursos fitogenéticos. Cualquier experto en estas áreas podría aportar críticas valiosas. Esto, en el fondo, es posible porque, aunque cada uno tiene un punto de vista, todos estamos estudiando un mismo fenómeno que existe en el mundo externo.
Las pseudociencias, sin embargo, no sólo contradicen lo que sabemos sobre el universo, sino que se contradicen entre sí mismas. En una feria de terapias pseudocientíficas pueden promocionarse tanto la homeopatía como las terapias basadas en tomar altas dosis de vitaminas sin que a sus proponentes les extrañe lo más mínimo que ambas aproximaciones se basen en principios contradictorios. Recordemos que las gilipolleces suelen caracterizarse por su falta de coherencia.
En las pseudociencias ni dentro de un área concreta ni entre áreas distintas suelen encontrarse expertos que intenten buscar evidencias contrarias a las hipótesis propuestas ni que critiquen los argumentos expuestos. Al hablar sobre las comunidades científicas me lamenté por la falta de crítica, pero el caso de los pseudocientíficos es muy distinto, esta gente no sería capaz de reconocer una crítica racional aunque estuviese pintada de rojo y les pegase en la cabeza. Es cierto que yo agradecería algo más de crítica racional en las comunidades científicas, pero ni de lejos se tolera en ellas la pasmosa falta de rigor que impera en las comunidades pseudocientíficas. De hecho, en estas últimas la norma suele ser la hostilidad a la crítica.1289 Para un pseudocientífico las hipótesis no son herramientas para entender el mundo externo, sino conclusiones que deben ser defendidas a toda costa. De hecho, una de las estrategias más habituales de los pseudocientíficos es reaccionar a las críticas aduciendo ser víctimas de campañas orquestadas por élites institucionales opuestas a su humilde búsqueda de la verdad.1290 Una de las defensas favoritas del pseudocientífico es apelar a la figura de Galileo: “a él también lo persiguieron las élites por decir la verdad.”1291 Este es signo tan distintivo que sirve prácticamente como rasgo suficiente: si lo lees en un texto, casi seguro que es pseudocientífico.
Este es sólo uno de los mecanismos de defensa epistémica con el que las conclusiones pseudocientíficas tratan de blindarse contra la crítica.1292 La parapsicología, según sus proponentes, funciona, pero deja de hacerlo cuando un escéptico trata de analizar el fenómeno puesto que su negatividad interfiere. Otro recurso típico consiste en apelar a la conspiración:1293 no se han encontrado evidencias claras de visitantes extraterrestres porque todas las agencias gubernamentales de todos los gobiernos las ocultan con una efectividad absoluta.
Además, dada la falta de crítica dentro de sus comunidades, las publicaciones de los pseudocientíficos no suelen dirigirse a otros expertos, sino al público general.1294 Esta es una particularidad muy distintiva de las comunidades pseudocientíficas. Como no hay discusión dentro de ellas, sus textos suelen tener como objeto la promoción de sus ideas entre el público general. En el caso de las comunidades científicas sucede todo lo contrario, los científicos suelen escribir pensando en las posibles críticas de otros expertos y sus artículos, en pocas ocasiones, pueden ser apreciados sin una extensa formación previa en el área. A los científicos se les suele acusar de estar encerrados en su torre de marfil discutiendo sobre detalles nimios, se les achaca que olviden comunicar los aspectos más relevantes de sus campos de estudio al público general. Sin embargo, los pseudocientíficos se desgañitan en la plaza del pueblo vendiendo sus bálsamos de Fierabrás.
Otro modo de defensa de la pseudociencia es hablar de gilipolleces nebulosas. Recordemos que ya hemos comentado el ensayo de Harry G. Frankfurt Sobre las gilipolleces (1986). Los pseudocientíficos plantean conceptos y propuestas tan vagas que, en la práctica, no pueden ser discutidas racionalmente.1295 Parecen estar proponiendo algo, pero, en realidad, no están diciendo nada que tenga sentido. ¿Qué significan realmente el chí o la memoria del agua? Popper ya nos previno contra esta estrategia, las gilipolleces son imposibles de falsar y, por lo tanto, no son ciencia.
La supuesta existencia de la energía chí no tiene efectos empíricos claros. Un investigador racional habría de preocuparse por predecir qué debería observarse tanto si sus hipótesis fuesen correctas como si no lo fuesen. Si ni tan siquiera eres capaz de hacer predicciones empíricas, tienes un problema serio. Además, si suceda lo que suceda no vas a modificar tu hipótesis, no estás siendo racional. Siempre tienes que preguntarte, por cuáles serían las evidencias que te harían abandonar tu hipótesis. Si la respuesta es que ninguna evidencia puede hacerte cambiar de opinión, te has aislado del mundo externo, estás encerrado en tu propia red de ideas y tu conocimiento no podrá progresar.
La falta de rigor intelectual que caracteriza a los pseudocientíficos también se manifiesta en el uso que hacen de las citas y las referencias bibliográficas. Suelen utilizar citas de expertos fuera de contexto o citar como pretendidos expertos, para tratar una cuestión concreta, a expertos de áreas completamente distintas.1296 Por ejemplo, ha habido varias cartas abiertas en defensa del creacionismo firmadas por doctores, pero no por doctores especializados en filogenia, paleontología o geología, sino respaldadas por psicólogos, matemáticos o lingüistas. Yo soy experto en genética de poblaciones, pero te garantizo que mis afirmaciones sobre el estado del motor de tu coche no merecen ninguna atención.
Otra táctica muy utilizada por los pseudocientíficos es exagerar las discusiones legítimas, que se dan dentro de las propias comunidades científicas, para deslegitimar el consenso científico.1297 Por ejemplo, los negacionistas del cambio climático o los creacionistas suelen utilizar las criticas a aspectos muy concretos hechas por expertos como prueba de que no hay acuerdo, ni siquiera, en las cuestiones más generales referentes al cambio climático o a la historia geológica del planeta.
Otra diferencia entre ciencia y pseudociencia es que, mientras que las ciencias progresan y se refinan teniendo en cuenta las evidencias empíricas, las pseudociencias suelen estancarse y sus comunidades se dedican a buscar excusas que expliquen porque las evidencias nunca acaban de llegar o porque parecen indicar precisamente lo contrario. Hay muchos resultados que indican que la homeopatía no funciona, pero esto no hace mella en la mayoría de los homeópatas.
20.6 Entre el día y la noche
Para terminar, volvamos a insistir en que las distinciones entre ciencia, mala ciencia, fraude científico y pseudociencia, como ya hemos comentado, no son absolutamente nítidas.1298 Dentro del mundo académico convencional se cuelan las pseudociencias. Por ejemplo, los casos en medicina o psicología son conocidos. Incluso en mi propio departamento, adscrito a la escuela de agrónomos, hay quien defiende la agricultura pseudoecológica a pesar de que sabemos que es más perjudicial para el medioambiente y de que, según la FAO, no puede alimentar a la humanidad.
Normalmente, la pseudociencia en el mundo académico suele disfrazarse de ciencia haciendo mediciones cuantitativas y análisis estadísticos, es lo que Feynman, como comentamos en el capítulo anterior, denominaba cultos del cargo. En esos casos la ciencia es metodológicamente tan poco rigurosa, es tan mala ciencia que, en la práctica, casi llega a confundirse con la pseudociencia
20.7 Resumen
La ciencia está formada por un conjunto de disciplinas que estudian aspectos muy diferentes del cosmos. Algunos de los fenómenos investigados, como los planos inclinados, son reproducibles y se prestan a un análisis basado en experimentos controlados, sin embargo, en otras áreas, como en la filogenética, se trata de reconstruir y comprender hechos históricos, que no volverán a ocurrir, partiendo de los vestigios que dejaron.
Cuando las cuestiones investigadas tienen comportamientos relativamente sencillos es posible hacer predicciones, pero, en otros casos, como en la macroeconomía, pueden influir multitud de causas o puede haber interacciones entre distintas escalas. En el estudio de estos fenómenos la varianza de las observaciones suele deberse a variables no controladas y la predicción y la experimentación controlada, normalmente, no son posibles, por lo que hemos de conformarnos con la observación y la descripción y esto dificulta la contrastación empírica.
Por otro lado, cuando los datos son escasos o cuando no son neutrales respecto a las teorías evaluadas dejan de ser testigos independientes en el juicio de esas mismas teorías.
En estas áreas corremos el riesgo de que las conclusiones alcanzadas dependan más de las dinámicas sociales, de los propios investigadores, que del mundo externo. Es entonces cuando conviene extremar la precaución puesto que es más fácil confundir narrativas, que poco tienen que ver con la realidad, con conocimiento legítimo. Por el contrario, cuando el éxito operacional, como en el caso de las tecnologías, es claro, estamos menos expuestos a estas limitaciones y es más fácil evaluar el progreso del conocimiento.
A estas dificultades debemos añadirles las tentaciones asociadas al merecido prestigio social de la ciencia. La pertenencia a las comunidades científicas habría de corresponderse con una integridad intelectual radical, pero este no es siempre el caso y la mala ciencia abunda. Esta ciencia metodológicamente pobre, en el límite, se confunde con el fraude científico deliberado. Además, estos problemas no son independientes de las dificultades debidas a los fenómenos estudiados ya que cuanto más difícil sea la evaluación empírica más fácil será esconder la mala ciencia.
La pseudociencia también se caracteriza por ser metodológicamente pobre y, en algunos casos, es difícil distinguirla de la mala ciencia. Tal vez, en la práctica, las mayores diferencias entre ambas sean que los supuestos fenómenos estudiados por la pseudociencia han sido descartados por las comunidades científicas y que las comunidades pseudocientíficas suelen formar grupos aislados.
No hay unas características necesarias y suficientes que distingan ciencia y pseudociencia, pero, aunque estos fenómenos se encuentren en un espacio multidimensional continuo, pueden ser distinguidos.
Las pseudociencias constituyen un problema social importante, por ejemplo, en muchos casos plantean pseudoterapias que prometen soluciones sencillas a personas desesperadas. Además, suelen ser muy atractivas ya que son más intuitivas y esto hace que se difundan con gran facilidad entre una ciudadanía falta de una formación sólida en análisis critico.
Las pseudociencias tienen la necesidad de aislarse del mundo externo y de la crítica ya que sus conclusiones, en realidad, no son conjeturas sobre el funcionamiento del mundo externo, sino creencias que deben ser defendidas a capa y espada. Un físico con una hipótesis falsada sigue siendo un físico, un homeópata que acepte los datos es una persona en la cola del paro y sin profesión. Para conseguir este blindaje epistémico utilizan distintas estrategias. Por ejemplo, se aíslan de la crítica, que debería ser bienvenida, proponiendo excusas ad hoc o aduciendo ser víctimas de campañas y conspiraciones orquestadas en su contra.
Del mundo externo se aíslan, en muchos casos, planteando propuestas vagas que, en la práctica, no son falsables. Cuando sí hacen predicciones claras, como que van a curar una dolencia, además de excusar las observaciones opuestas a sus tesis, echan mano de cualquier evidencia que pueda apoyar sus conclusiones sin importarles su calidad.
Las distintas pseudociencias no sólo están aisladas del mundo externo y de la ciencia, sino que están separadas entre sí. Las diferentes comunidades pseudocientíficas no tratan de ofrecer una visión integrada del mundo, como sí lo hacen las científicas. A los homeópatas y pseudoterapeutas ortomoleculares la incoherencia de recetar cantidades inexistentes de principio activo o altas dosis de vitamina no parece hacerles mella.
Por último, mientras que las ciencias progresan acumulando fenómenos nuevos, descripciones más adecuadas, predicciones más precisas y creando tecnologías, las pseudociencias se estancan perdidas en una eterna contemplación de sus ombligos y en un lamentable victimismo.
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